miércoles, 11 de marzo de 2009

Miércoles después de la tormenta. Mi piel huele a limpio y mi cabeza no deja de obligarme a hacer cosas y más cosas con alguna finalidad que no acierto a comprender.
Puedo contar buenas noticias. Final feliz para una pequeña historia que ha sido un paréntesis de tensiones y dudas y sensaciones encontradas. Sigo siendo más vulnerable que tú pero al menos ahora puedo esquivar los miedos reales, los que tienen forma de bisturí y de pecho partido en dos. También puedo levantar un poquito más alto la cabeza y ya veo más cerca esa tentadora estabilidad que en realidad es más bien poco, una tarjeta azul con tu nombre grabado que te permite comprar muchas cosas, sólo eso.
Y no quiero ser injusta ni negar mi suerte, que es mucha, pero tampoco quiero perder de vista las cosas de la vida que en realidad me hacen feliz. Tan feliz.
En unos días me iré lejos. Espero dejarme por el camino los listados de tareas inventadas imprescindibles para mi supervivencia, los deberes y las presiones con forma de tiempo que se escapa, la inercia hueca de los hábitos diarios.. Espero sólo estar.
A tu lado.

domingo, 8 de marzo de 2009

Un enorme globo de colores se pierde en el cielo. Corre una brisa fresca que hace temblar las hojas de los árboles mientras un olor a tierra mojada se mezcla con el calor de la noche. Luces de neón por todas partes anuncian la entrada a la ciudad. Tu mano en mi rodilla me recuerda que soy feliz y es en ese instante cuando saco la cabeza por la ventanilla del coche y respiro profundamente todos los olores que me esperan y cierro los ojos para que un millón de destellos se balanceen rítmicamente sobre mis párpados. Hemos llegado a algún lugar que ya soñamos en otra vida y sin embargo, todo es extrañamente familiar.
Fin de la historia.