miércoles, 26 de noviembre de 2008

Último momento del día para decir que todo marcha. Que me sientan bien los pequeños logros cotidianos y los pequeños gestos de las personas que me rodean.
Es de valorar. El mensaje de Tania a primera hora del lunes para desearme suerte con el curso , seguro que lo vas a hacer bien, no estés nerviosa... el correo de Mayte, la primera en contestar, atenta y cálida, que me encanta como escribes... la compañía de María y su generosidad a la hora de echarme un cable con las jodidas memorias... las palabras de Yara, que hace mucho tiempo que no me emocionaba tanto, que me has hecho llorar tía con tus pensamientos... el abrazo de Y. que me llama jirafita y me dice con la voz triste y encogida que siempre soy amable y buena persona... la imagen de mí misma que Mabel me devuleve , desde su admiración y sus ganas de compartirse conmigo... la llamada de Maripaz, que estoy tiesa, que este mes está siendo el peor, que en cuanto nazca Paula hablamos... la noticia de que por fin el gorrión vendrá a Tenerife... las felicitaciones por el curro bien hecho... el agradecimiento de quienes me permiten ayudarles.
Es de valorar que Sonia siempre esté ahí.
Y la enorme suerte de haberte encontrado. De terminar el día tirados en el sillón, abrazándonos mientras te ríes de mi chándal y nos besamos y te miro para estar aún más cerca, mucho más.

domingo, 23 de noviembre de 2008


El camino hoy parece algo más empinado que de costumbre. Me esperan días incómodos de tensiones y ganas de que todo pase: que pase el esfuerzo y los veinte minutos que tanto he esquivado en mi cabeza.
Mañana vuelvo a las rutinas con el deseo frustrado de apretar un botón mágico que me lo facilite todo. Para salir airosa y satisfecha. Para seguir jugando a la chica lista que al final consigue lo que se propone.
Detrás de mí quedan tres semanas que han avanzado veloces mientras mi cabeza estaba lejos y mi rendimiento por los putos suelos. Cabecita desorganizada incapaz de darle una forma sólida a todos sus propósitos. Con el mapa del destino extraviado en algún bolsillo agujereado.
Con los sentidos puestos en la inmediatez más dulce.
Tú.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

La noche va llegando. Yo no paro de hacer fotocopias. Otro viaje al despacho para recoger material y sigo. No te estropees puta máquina que el tiempo se me ha echado encima.
Me toca quitarle el canutillo de alambre a un libro. Uff, demasiado curro. J. lo hace por mí. Sé que no entra dentro del protocolo pedirle favores a los pacientes, pero es que yo hace siglos que me salí del buen camino. Y nada de buscarle connotaciones románticas a este hecho. Soy del montón que se salta las normas por falta de perspectiva e inmadurez. Y además, no me salto tantas. Mis ganas.
La familiaridad del lugar me hace sentir bien. Y la deshora. Estoy fuera de sitio y mi presencia rompe el inestable equilibrio de las rutinas hospitalarias.
Los pacientes fuman, deambulan como ratitas domesticadas, hacen sus visitas periódicas a la máquina del café y las golosinas. (Un día hablé con el señor reponedor y le dije que podrían incluir en su oferta alternativas menos azucaradas. Me contó una historia de que la comida de verdad, =sandwiches de coña, puede caducarse y eso podría dar lugar a intoxicaciones y denuncias y cómo no, pérdidas económicas. Total, que nadie me hizo puto caso a pesar de que me tiré una buena temporada dando la tabarra con el asunto).
Otros están sentados en la entrada. Si no fuese porque no hay birras a la vista diría que esto me suena a algún que otro atardecer etílico. M. me da dos besos, J. la mano, Ju. se sobresalta porque no me esperaba por aquí y otros me ignoran. Ma. me dice con su gesto triste de siempre que cuando llegue el lunes quiere que empiece a trabajar con ella. Cuento contigo, le digo. Aunque siempre terminemos en lo mismo. Parcheando un jodido queso gruyer. Oigo las risas de J. desde la sala de la fotocopiadora y no me gustan. Suenan desquiciadas.
Ya estoy terminando. Dani al móvil me dice que nos vemos en un ratito. Dios, qué guapo estás hoy.

Se me olvida contar la bochornosa bajada a casa en un taxi que huele a rancio de tanta mezquindad intelectual. Y que hoy el gorrión dio señales de vida. Y aunque le siento lejos y eso me apena, no quiero ser demasiado dura porque en realidad no hay motivo para ello. Demasiadas razones como para no quererle achuchar y hacerle reir con mis gansadas.
El lugar con el que sueño es pequeño y está vacío. No hay paredes ni techo que lo acoten. Está hecho de sensaciones nuevas y fugaces que me recuerdan a otras sensaciones posiblemente no vividas. Es efímero y goza de una desubicación que le salva de cualquier previsibilidad. Es una casa de colores anaranjados o un rayo de luz diferente a cualquier otro. El viento sentido en cada célula o un pensamiento indescrifable que me sume en una perplejidad gozosa.
No tengo ni puta idea con qué clase de lugares sueño.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Noche templada. Suena el frigorífico y la torre del ordenador. Lila está justo a mi izquierda, en la parte de arriba del sillón, mirándome y lamiéndose las patitas alternativamente. Pica duerme en la parte de abajo, casi pegado a mi silla, hecho un ovillo. No quiero mirar la funda que pusimos en el sofá hace sólo una semana. Deshilachada a golpe de zarpazos que hemos fingido no ver. Y en realidad supongo que me da igual.
No soy especialmente obsesiva con el estado de mi casa. Al fin y al cabo las cosas que tengo dicen más bien poco de lo que soy y no le añaden nada que valga demasiado la pena a mi vida. Aunque a veces piense lo contrario.
Es la falsa seguridad de los objetos, que vienen a sustituir cuando no a arrebatar otras seguridades que no pueden comprarse, inmunes al proceso de usar y tirar y a las realidades de plástico.
Las converse rosas, la calvin klein, la chapa de círculos amarillos y negros, la pila de libros y de cds, el champú y la mascarilla que todo lo arreglan y el resto de cosas que pueblan mi pequeño universo de chica consumista no valen una mierda cuando me desnudo o cuando cierro los ojos.
Entonces sólo estoy yo y un montón de preguntas.
Y el rastro que dejas en mí , que lo hace todo más grande.
Y las ganas de..
Sigo soñando con peligros que cuando estoy despierta me resultan ridículos y fuera de lugar. Quizás se deba al mecanismo de compensación del que hablaba Jung, que nos hace introducir en nuestros sueños todo lo que nos falta fuera de ellos. Y yo me invento caídas donde sólo hay tierra firme.
Una tierra cada vez más compacta y fértil en la que me siento crecer. Como un árbol larguirucho que le dice al huracán ya no, ya no me vas a joder más. Porque aunque arrases con todo voy a seguir esperándote. Una y otra vez.
Y este tipo de cosas me digo a mí misma para inocularme el remedio contra cualquier desventura. Las más frecuentes las que son invisibles y suenan a un eco de tiempos que no volverán.

Domingo de quedarme dormida mientras te abrazo, de pelis y videos de radiohead, de llegar a la última página del libro que me prestaste la primera vez que te vi, de apretarte fuerte la mano para apretarte así el corazón, de planes para ese viaje que haremos juntos siguiendo el trayecto de otra generación, de sentirme jodidamente plena y feliz porque no es sólo que nos queramos, es que lo estamos haciendo bien.
He dado en la diana y el premio es doble. Amarte y gustarme mientras lo hago.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Los ideales no pueden depender exclusivamente de que el euribor suba. Esto ya estaba jodido de antes y poco hemos hecho aparte de firmar contratos de por vida con el poder económico. Amiguitos para siempre y así podré decir que esto es mío. Te vendo mi vida y tú me creas una sensación de seguridad hasta que todo se derrumbe y nos veamos las caras. Y ese momento ha llegado y lo siento, no me creo nada. Terminaremos lamiéndole los pies al mismo hijo de puta que nos dio la patada.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Ser feliz está mal visto. Como todo aquello infrecuente produce desconcierto y desconfianza. Tampoco terminamos de entender que las personas sean buenas porque sí. Y nos cuesta separar todo lo anterior de la mera estupidez.
Con estos ingredientes Mike Leigh hace Happy. Un cuento anclado en la realidad por el que desfilan personajes que son símbolos de este tiempo. Y tras el miedo, la soledad, la locura y el enfado permanente brilla la esperanza puesta en la protagonista. Una chica menuda, hiperactiva y descarada que renuncia a la amargura como reacción a todo lo que no va a su alrededor.
Hay esfuerzo y fortaleza y curiosidad y bondad en esa chica. Y eso me gusta.

martes, 11 de noviembre de 2008

Martes que vuela entre apuntes y sábanas donde encontrarnos. Al final del pasillo empieza una historia que no necesita de las palabras. Es el mejor momento de todos. El que me permite respirar sin prisas y entenderlo todo de una vez. Comprender que no hay nada que comprender. Que mi vida es ahora parte de la tuya y que soy feliz. Y poco más.
O mucho.
Todo lo que acontece sigue una misma distribución. En realidad el azar es parte de un desorden prefijado por nadie en particular. Por eso si te alejas y te alejas de cualquier tipo de caos, terminas por ver una pauta, invisible desde dentro, clara y nítida desde el exterior.
Supongo que esta es la razón por la que cuesta mucho menos entender qué está ocurriendo cuando no son tus emociones las implicadas en el hecho en cuestión.
Por ejemplo. M. Es el típico caso de persona que no encaja y que probablemente nunca lo hará. Es parte de un sistema que necesita de sus miembros marginales para existir. Y a M. le ha tocado la china. Y aunque lleve puesta siempre esa enorme sonrisa, sus inmensos ojos dicen otra cosa. Y sus palabras rotas... M. se salió del redil a los 13 años. Su cabecita de niña crujió por un instante y desde entonces ya no ha vuelto a ser la de antes. Ahora sólo puede mirar hacia atrás y sentir como el tiempo perdido le aplasta hasta el último hueso. Dejé de vivir para ser una espectadora y ahora no tengo fuerzas ni esperanza. Ni amigos, ni vida social, ni contactos en el messenger, ni afición por las drogas y el alcohol, ni pajaritos revoloteando en su imaginación.
Lo que le sobra es desgana y la certeza más absoluta que jamás he visto de que todo está perdido. Que alguien como ella nunca podrá ser como tú o como yo. Que ha perdido su oportunidad de engrosar la lista de ciudadana feliz y completa. Se ha creido una mentira y sobre ella ha edificado su propia destrucción. Manda cojones.
Ahora soy un mar de miedos, me dice. La chica rara de turno, pienso yo.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Al ritmo de una canción me voy sacando toda la vida que aúlla dentro. Loba esteparia que busca el modo de dejar de buscar. De frenar en seco para así poder contemplar el cielo que se pierde infinito justo encima de mi cabeza. Mil colores dando forma a un paisaje líquido que cambia con cada nueva pincelada. Techo de todas mis aspiraciones y de los límites que me impone el miedo. Libertad imprecisa, dolorosa y bella.
Es domingo y ya es tarde. Vuelvo de nuestro primer viaje juntos. De percibirte en otro lugar, con otras personas. Vuelvo con el deseo de seguir viajando por dentro y por fuera.
Siempre contigo.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Por primera vez confío en alguien que además admiro. Quiero a alguien que además me hace reir. Siento ternura y toda la lujuria juntas.
Y me pasaría los días recorriendo tu piel y escuchándote respirar. Y sabría estar lejos y sería capaz de estrangular todos mis temores sólo por verte feliz.
Ser mejor y serlo contigo.
Viernes en el aire volando hacia otro lugar. Tus besos y tu cuerpo hacen el trayecto más corto. Hoy no hay destino por alcanzar porque el destino está donde estás tú. Gracias por todo ese amor.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

No quiero asumir una visión catastrofista del ser humano porque entonces estaría acabada, la vida se me haría inútil. Es cierto que no somos mejores de lo que éramos hace 50000 años. Al fin y al cabo nos siguen dominando los impulsos y las pasiones de bajo nivel. Seguimos siendo animalitos guiados por nuestro cerebro límbico. Pero hay esperanza y está en el cuerpo. En el mismo lugar donde bulle toda la imperfección están las circunvoluciones neocorticales que por suerte, tenemos. La neocorteza nos deja discernir entre el bien y el mal. Hemos evolucionado con un dispositivo de emergencia para salvarnos de nosotros mismos. Pero sólo, si queremos.
Hace frío pero soy incapaz de cerrar la puerta de la terraza. Tampoco estoy capacitada para pedir lo que necesito más de una vez ( eso cuando soy capaz de pedirlo). Y no soy el tipo de persona que hable si no se siente escuchada ( en caso de hacerlo el sentimiento de tiempo malgastado me pasará una factura de las que no quiero pagar).
Quizás es que pienso demasiado o a lo mejor me faltan luces. Lo que está claro es que no tengo espíritu de estratega. Mis movimientos no están predeterminados más allá de lo que me dicta la necesidad inmediata. Necesidad de hacer feliz a los que me rodean, de amar, de verme crecer por dentro, de vencer al bichito interior que me boicotea de vez en cuando, de mirar hacia atrás y ver un rastro de belleza en las huellas que voy dejando, aunque sea tenue y nadie más lo vea.
Hoy es un miércoles diferente. Vacaciones en noviembre para estudiar y un motivo con una bonita sonrisa para no salir volando de aquí.
( suena snow patrol y me alegro de sentir así la música..y la vida..y a ti)