miércoles, 30 de diciembre de 2009

Me entristecen las cosas buenas. Porque pasan y no permanecen. Porque un día ya no estarán.
Me entristece que me quieran y que mis ojos se hayan acostumbrado tanto al paisaje, siempre el mismo mientras cambia.
Me entristece no poderme contagiar del alboroto de la calle, no creer en nada inmune al zarpazo del cinismo.
La realidad impostora es un espejo mágico y endiablado que me ciega y me deforma.
Mis convicciones son como barquitos de papel lanzados al mar embravecido.

( escucho a Mogwai sin calibrar demasiado mis palabras, Dani se levanta a beber agua y me da un último beso de buenas noches, tengo una sensación extraña desde hace días instalada en el estómago o en algún lugar cercano, me apetece dormir hasta no poder más y despertarme con mi cabeza recién pintada, de rosa a ser posible )
Ya está anocheciendo en Abades y la playa se ha quedado vacía. La luna llena se asoma entre las nubes alumbrando a las olas perezosas a punto de irse a dormir ya.
Nos despedimos de N. y J. deprisa, como si mañana nos fuéramos a volver a ver. Hace unos años las despedidas eran otra cosa. Solíamos llorar o tragarnos el llanto a duras penas. Hoy sólo queda el amago de una pena menos intensa y más extensa en el tiempo.
Antes éramos notas estridentes , ahora un do apagado que nunca acaba.

(esta noche tampoco he dormido bien, son los ruidos, los nervios, este desasosiego de rostro enmascarado que me pisa los talones y que se esfuma cuando le intento dar caza para así desarmarlo y hacerlo desaparecer; en la radio suena una canción triste de radiohead: you are all I need....; hoy hasta se me ha olvidado abrir la persiana del despacho, hoy quisiera que fuese ya mañana)

lunes, 28 de diciembre de 2009

No me gusta la navidad.
Puedo respetar esa manía de la gente de poner guirnaldas por todos lados y colocar papás noeles rampantes en sus terrazas destelleantes.
Puedo entender esa euforia fugaz que sacude los corazones pétreos, esa bondad empaquetada con lacitos dorados que ansía repartirse entre cuantos más destinatarios mejor, esos millones de mensajes, todos iguales, que colapsan la red telefónica de señales idénticas y blandengues, los ataques de compra compulsiva , la confusión entre el amor y los objetos, los deseos que se desean por decreto del mercado, los empachos y las resacas, los villancicos desafinados que por cojones tienes que oir..
Puedo sobrevivir a toda esta mierda.
Pero que nadie me pida que me guste.

( La vida es extraña. Cuando menos te lo esperas, de pronto algo tiembla de forma tenue y en unos segundos todo se viene abajo. Y te culpas y te reprochas y te sientes sucia de ti misma. Por suerte estoy preparada para la reconstrucción. Empecemos otra vez y todas las veces que seguirán viniendo).

( Mis días son más felices con las risas de Diego y de Clara, el aire frío colándose por la rendija de la ventanilla del coche, directo a mi cara, las algas del mar rozándome la planta de los pies, el off de mis pensamientos atropellados y circulares, la respiración de Dani aquí a mi lado, mientras duerme, el enorme, infinito amor que Sonia me da..)

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Se me cierran los ojos ya. Quisiera contar muchas cosas. Hablar del calor que hace estos días, de las calles tranquilas de santa cruz o de cualquier otra cosa pequeña y agradable. Pero las ideas se me escapan antes siquiera de empezar a pensarlas.
Mañana es nochebuena. Estrenaré un vestidito de lana morado y Dani pinchará con la mesa de mezclas que le he regalado.
Lo mejor de todo es que no me sentiré culpable ni querré huir a ninguna parte.
Lo mejor de todo es que todavía me queda cierta esperanza.

martes, 22 de diciembre de 2009

Hoy se hará un brindis en el hospital por eso del año que acaba. Hace siglos me hubiera repensado seriamente la posibilidad de asomarme por allí, pero hoy voy directa, expectante, a ver que se cuece entre las bandejas de canapés perfectamente alineados y los vasos de plástico para la coca cola y el seven up.
Alguien hasta se ha molestado en poner la radio: los 40 principales, nada más y nada menos.
Primero me saluda un tipo que llevaba sin dirigirme la palabra dos años. No exagero. Pero desde que he sacado la plaza ese pirado ha cambiado de estrategia. Le sigo el juego alucinada.
Después miss corte inglés me habla de la importancia de ir adecuadamente bien vestido al trabajo. ¿Será una indirecta?. Yo le digo que lo que a mí me importa es la comodidad, sentirme más o menos a gusto con lo que me tapa la piel. Que yo vistiendo, por ejemplo, como ella, me vería rara. Claro, claro, no es cuestión de disfrazarse, me suelta.
Charlo un ratito con María, una residente de psiquiatría con cara de dibujo manga, simpática y muy agradable. También me trago una chapa de una trabajadora social parlanchina y pizpireta.
Me lo estoy pasando hasta bien.
Pero lo mejor está al llegar cuando miss galerías preciados saca su cámarita rosa y el pirado se pone a echarnos fotos en plan grupete feliz.
De verdad, que me cuentan esto ayer y no me lo creo.

( hoy me he saltado las clases porque me noto cansada, a veces intento buscarles algo bueno a todos, incluidos miss carrefour y el pirado, y una parte ingenua de mí, se la encuentra y me tacha de bruta y egocéntrica, la pierna no me responde, mi madre nos va a mandar pasta y algo más por navidades, qué triste, O. me ha dicho que lo que yo hago por ellos no se paga con dinero, ya no amo con miedo y empiezo a tener la actitud confiada de quien está acostumbrada a que la quieran.. final del día)

lunes, 21 de diciembre de 2009

He hecho un blog del lugar donde trabajo: un hospital psiquiátrico de ambiente rancio y aires manicomiales. Para hacerlo primero me he tenido que buscar un aliado. Alguien con cierto poder que saque la cara por mí cuando se me echen encima. Y lo he conseguido. Después sólo ha sido cuestión de dejarme llevar por esta cabeza acelerada cargada de ideas y objetivos y entradas y enlaces y números de teléfono y contactos varios. Tampoco ha sido difícil implicar a los pacientes. Están sedientos de actividad y de ideas a pesar de la camisa de fuerza química que los oprime y del robo diario de dignidad a que están expuestos.
Entre mis compañeros no ha habido frases de ánimo ni frases de nada. Que conste que fui uno por uno contándoles lo que iba a hacer, que incluso les di una hojita con la dirección del blog, animándoles a participar. Sin embargo, y a pesar de su silencio y sus caras vueltas hacia otro lado, no puedo evitar verles fisgoneando la página, entrando y saliendo a toda prisa por si son cogidos in fraganti, saboreando el gustillo del vouyer que mira sin ser visto.
A mí, toda esta avalancha de olvido y descrédito me hace pensar que no lo estaré haciendo tan mal. Si no encajo en este puto sistema, es que voy por buen camino.

(día de prisas, algo ha accionado el acelerador dentro y no puedo pararlo, uno de los ingresos nuevos habla un español con acento inglés tan afectado que no puedo evitar ver a los morancos cada vez que abre la boca,casi no me ha dolido la rodilla, apenas duermo la siesta, picasso me persigue como un poseso, estoy engordando, cada vez que pienso en Dani me doy más cuenta de todo lo que ha madurado la relación, de todo lo que he cambiado yo y de lo bien que me siento así, la tarde la paso en el centro con Sonia y María, llueve un rato pero no deja de hacer calor, un taxi de vuelta a casa y cosquillitas en las orejas )

domingo, 20 de diciembre de 2009

El cine está a rebosar aunque durante las dos horas y media que dura la peli, extrañamente, no se oyen los ruidos característicos que me hacen salir espantada de las grandes salas multitodo: ni risitas inoportunas ni comentarios estúpidos. Y de verdad, que nunca había visto a tantas personas juntas viendo una película al mismo tiempo.
Yo, termino llorando como de costumbre y cuando se encienden las luces no me molesto en disimularlo, no es necesario, aunque eso sí, me controlo las ganas de dejarme llevar por un enorme y dulce berrinche. Hasta ahí podríamos llegar.
Quizás se me ha mezclado entre las secuencias en 3d de Avatar el miedo que estoy sintiendo desde hace unos días. La rodilla no me deja de doler y una doctora ya ha pronunciado la palabra artrosis. Además, los resultados del último tac también están al caer. El sí o el no a una operación de la que podría no volver depende de unos numeritos a los que antes o después tendré que enfrentarme.
Y yo no quiero que nada se estropee. Justo ahora, no quiero.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Supongo que en esto de la transparencia y la honestidad hay grados, como en todo. Y que ser tal como uno en realidad es, decir lo que se piensa, es como querer verse desde los ojos del otro, un imposible.
Incluso, me pregunto si en realidad sabemos lo que somos, qué pensamientos son verdaderos en su totalidad y cuáles no son más que morralla para hacer bulto.
Demasiada contaminación ambiental en forma de expectativas ajenas y castraciones varias. Demasiado ruido de fondo en nuestra cabeza y demasiadas restricciones impuestas por ese tirano oculto que hemos confundido con la sensatez.

Es sábado por la noche y acabo de escuchar la voz de Dani al otro lado del teléfono. Tiene una voz vibrante y dulce, de niño revoltoso y feliz, que sonríe entre las sílabas que tanto le cuesta pronunciar.
Esta noche estaremos separados por unas horas. La distancia suficiente para hacer más gozosa su vuelta.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Estoy en mi despacho con J., M., C., G. y dos estudiantes de enfermería.
Una de ellas no deja de bostezar y de mirar el reloj. Tiene los ojos de un azul transparente y una coleta que le hace juego con su cara aniñada. La otra parece más interesada. No bosteza ni una sola vez y responde a mis preguntas concentrada, como si realmente le importasen.
Los demás están algo adormilados porque acaban de comer y de tomarse la medicación. Aún así no despegan la mirada de la pantalla del ordenador mientras, poco a poco, se van contagiando de un entusiamo contenido que no consigo disimular del todo.

Hoy M. está triste. Ya ha empezado a llorar por las noches y me ha confesado que no aguanta más, que se quiere ir. Desde que ingresó habrá engordado unos mil kilos y los neurolépticos la tienen abotargada, sumida en un sueño torpe y gordinflón.
Lo peor de todo es la forma en que habla a su doctora. Como si fuera un perrito, ya lo sé Esther, pero es el papel que ella me ha dado y además, es el único modo que tengo de conseguir dos horas de permiso semanales.
Tiene razón. Somos los demás los que les concedemos o no cierta dignidad. Y hay profesionales que necesitan sentir como el paciente se arrastra y se humilla. Que disfrutan de ese aleatorio poder y hacen un uso vil del mismo. Terapia del desprecio y la prepotencia. En fin.

La hora se pasa rápido. Ya tenemos el diseño del blog del psiquiátrico. Se les va a oir y quizás, se les va a querer. O con esas idioteces sueño.

Después hablo con Paco para que mañana me traiga todo el material del taller de pintura escaneado. Se me ha hecho tarde y termino llegando a casa casi a las cuatro. Me gusta salir tarde del trabajo. Liberarme del piloto automático de las jodidas prisas aunque sólo sea por un momento.

Una siesta inmensa de esas que no se despiertan ni con una bomba. Unas risas en casa de Sonia mientras escogemos papelito para el amigo invisible, una sopita caliente y sweet sixteen para finalizar el día.

En el sofá pienso en la suerte mientras Lila se revuelve sobre mi tripa.

domingo, 13 de diciembre de 2009

No sé hasta qué punto nos hemos vetado la posibilidad de disentir, de estar en desacuerdo con lo establecido, de sucumbir en la más absoluta improcedencia, sin que caiga sobre nosotros esa difusa sensación de culpa e inadecuació, ese afilado látigo de remordimientos y desazón que nos enturbia el aire y nos oprime los pulmones.
La censura se ha fundido entre nuestras células sin que medie nuestro consentimiento.
¿Y por qué no?, me pregunto.
Por qué coño no nos lo permitimos. Dejarle la vía libre a la verdad. Vivir de la forma que deseamos vivir. Apagarnos o encendernos sin miedo a que el interruptor nos queme los dedos. Arrastranos hacia la dirección que persigue nuestra mirada y no darle la espalda a ese deseo que duerme inquieto, escondido entre las buenas formas. Las insignificantes formas, compartidas y consensuadas por el resto, que al fin y al cabo, a nosotros, nos la sudan.

No hay razón para decir esto ni para decir nada. No hay sentido ni hay historia. Sólo un grito ingenuo e inútil. Me gusta la inutilidad.

( Estos días he sido especialmente feliz. Dani no me juzga ni me pide cuentas ni se pierde en cuestiones inútiles. Y eso, equilibra la balanza. Además estoy ilusionada, tengo un sueño que empieza a tomar forma, un proyecto en el que perder todo el tiempo del mundo.
He llegado a un punto en mi vida de cierto vértigo. Estoy manteniendo por fin cierto equilibrio en las alturas y la caída, parece que no llega nunca).

martes, 8 de diciembre de 2009

No puede decirse que sea ninguna erudita. Apenas he profundizado demasiado en la doctrina existencialista.
Unas cuantas frases sueltas, El extranjero de Camus y lo que me tocó empollarme en el colegio (sí, fui al colegio hasta los 18, a uno privado de niños pijos con ropa de marca y gente corrriente con ropa falsificada y unos padres que se dejaban los cuernos para que sus hijos recibieran una buena educación mientras se les caían a trozos los cocodrilos desgastados de sus camisetas de mercadillo).
La cuestión es que mi doctrina filosófica, si se me permite llamarla así, es existencialismo en estado puro. Probablemente que no emplee los términos adecuados, que patine en mis planteamientos y me enrede en un millón de contradicciones. Pero es que no puedo evitarlo.
Veo al ser humano, diminuto y expectante, en el principio de un interminable pasillo cargado de luz y nada más que luz, blanquecina y opaca al mismo tiempo. Está solo y no tiene más remedio que echar a andar en busca de una salida que sólo existe en su imaginación. Lo que haga mientras dure la luz es cosa suya. Sin pistas ni certezas . Sólo y exclusivamente lo que sus decisiones, sus actos, su empeño y sus fracasos sean capaz de hacerle creer.
Que venga alguien y me diga que esto no es existecialismo.

(Puente oscilante de claroscuros. Las palabras me ahogan, invisibles y paralizadas en algún trayecto secreto de mis cuerdas vocales. El corazón enlentece su paso. Apenas sé lo que siento o lo que debería de sentir. Podría hablar o callar. Podría pedir limosna o despilfarrar todas mis riquezas. Pero seguramente que en cualquier caso, estaría equivocada.
Además subí y bajé el barranco, como le prometí un día al cielo, me tosté en la arena negra de una playa interrumpida sólo por algún que otro perro entrometido, terminé por fin el lamento del perezoso, diciéndole adiós al señor whittaker y a ese último fragmento tan acertado y tan doloroso, experimenté con nuevos sabores traidos de la india y dormí largamente, con tu cuerpo dándome sombra en el pasillo sofocado de la vida ).

viernes, 4 de diciembre de 2009

Sigue, no pares

Fue hace apenas unos meses. Empezábamos a vivir juntos y eso significaba verme inmersa en un ritmo que ya no era el mío. Y con ello llegó la falta de sueño y después el inevitable cansancio. Mi obstinación hizo el resto porque yo hacía como que no pasaba nada, todo debía ser perfecto y yo era lo suficientemente fuerte.
Por eso continué levatándome por las mañanas dándole la espalda a mi fatiga, esquivando mi debilidad. Si no los nombraba podrían desaparecer, pensaba.
Hasta el día que no pude más. Mi corazón entonces ya no latía, temblaba y se ahogaba en un océano oscuro y caprichoso; se estremecía aterrado ante los límites de mi anatomía.
Mi víscera esencial me decía, maliciosa y amenazante, que iba a rendirse, que ya no podía seguir. Y para convencerme de sus intenciones iba bajando el paso: 50, 40, 30 pulsaciones..
Detente, le suplicaba.
Durante aquel infierno el enemigo se me coló adentro y yo sólo pudo ser la testigo impotente de sus erráticos movimientos, aguardándole en mitad de una esperanza, de un miedo definitivo.
Y es que mi corazón, músculo pequeño y delicado como una mariposa en mitad de un huracán, es un grito de muerte y de finales injustos, pero sobre todo, es un inmenso grito de vida, una señal luminosa en mitad de la noche que me impulsa a vivir con intensidad, a amar, a crear, a luchar, a arriesgarme , a rebelarme, a compartir, a emocionar, a sentir cada latido como una razón suficiente para seguir buscando el color.

Sigue, no pares.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

No sé qué hay que sentir exactamente cuando, por fin , sabes con certeza que ya, que ahora sí, que la plaza es tuya ; que vas a tener el dinero suficiente para hacer todo lo que quieras todo el resto de tu vida; que ya puedes tachar otro objetivo cumplido de esa lista imaginaria de sueños por realizar y exigencias por satisfacer.
Ha sido un proceso lento y paulatino. Como dice Antonio casi podemos remontarnos a la guardería. Esther con la plastina moldeando un futuro prometedor al que sólo acceden unos pocos privilegiados. Soy consciente de mi suerte y doy gracias al universo entero por ello.
¿Dije suerte? O quizás quise decir esfuerzo y ganas de superarme y sentido de la responsabilidad y necesidad de hacerme valiosa a través de mis logros.
La cuestión es que aquí estoy. Más decidida que nunca a hacer de mi trabajo un espacio de crecimiento personal y de ayuda a los demás.
Aunque en mi contrato ya aparezca la palabra "fijo", yo no pienso dejar de moverme.
Siempre hacia adelante.