jueves, 30 de octubre de 2008

Natasha

Natasha se pasaba las horas sentada en aquel bordillo frente a la carretera mirando a ninguna parte. Las manitas apoyadas en la cara con gesto aburrido y las rodillas dobladas en un ademán infantil con los pies hacia dentro. Pareces una pordiosera, le decían algunos. Todo el día en el suelo. Terminarás por fosilizarte y ser un trozo más de cemento.
La cuestión es que nadie sabía por qué Natasha había dejado de ir a clase. Por qué ahora estaba tan delgada y tan pálida. Y mucho menos la razón que le hacía pasarse las horas frente a la carretera. Allí no había nada que ver, insistían. Lo más algún cartel publicitario desgastado por el viento o algún animalillo despistado que asustado solía huir al ver los enormes ojos inmóviles y azules de la niña.
El tiempo transcurría veloz y a la primera época de alarma con su desfile de amigos, profesores, psicólogos, asistentes sociales y hasta de la mismísima ministra de educación que un día pasó por allí para intentar convencer a Natasha de que abandonase aquel lugar y retomase sus estudios, le siguió otra de desconcierto ante aquella actitud tan firme y tozuda impropia de una niña de 10 años. Luego llegaron las amenazas e incluso alguien propuso el castigo físico como alternativa (por suerte para Natasha la propuesta no tuvo eco). Finalmente la derrota se apoderó de todos y terminaron por dejarla en paz e irla desplazando de sus preocupaciones cotidianas.
Pero Natasha seguía allí. Callada, con el semblante pétreo llegaba a primera hora de la mañana y hasta que no oía la última sirena que daba por finalizada la jornada escolar no se levantaba de su pequeño reino para volver a casa.Un hogar que en realidad era un lugar donde ya nadie la esperaba y después de mirar aquellas fotos y el atestado del accidente que apenas comprendía se decía lo mismo que el día anterior. Mañana entraré a clase y podré contarlo. Mañana, sí.
-Lo peor que puedes hacer en la vida es tomarte nada en serio. El pensamiento es sólo para infelices y desesperados. Lobotomízate o haz lo que sea, pero no creas que dándole vueltas al tarro vas a llegar a ninguna parte. Como mucho terminarás mareada y algo más asqueada que al principio. Porque aunque creas que has conseguido perdonarte es mentira. Tampoco has cambiado nada. Las cosas siguen ahí fuera exactamente en el mismo lugar que tú no quieres que estén. Jódete y no te enredes. Cobarde de mierda..
Mario era un tipo con luz propia. Luz gris y sobrevalorada, pero de una originalidad incuestionable. Delgado, llevaba encima su desgarbo como una seña de identidad y exquisitez. Nunca miraba a nadie directamente a los ojos y sus huesudas manos solían retorcerse al compás de sus palabras, marcando el ritmo de unos dirscursos impíos en los que las buenas formas quedaban fuera de juego.
Cuando Marta lo vio aparecer en la biblioteca bajó la mirada y rezó a todo el santoral para que no la viese. Pero la inevitabilidad, el destino o la jodida casualidad no le dejaron comunicarse con santo alguno.
Después de varios tiras y aflojas Marta cedió con una sonrisa forzada y la mala uva tensándole todos los músculos. Un café , sólo será un café y después todo habrá terminado.
En realidad hubo un tiempo en que Marta soportaba a Mario. Era otra época, sí. Entonces compartían habitación y fluidos. Se intercambiaban libros y juntos hacían trizas todo lo establecido. Se tenían por una raza superior y al resto por un rebaño nauseabundo. Mordaces y cínicos se pasaban las horas vertiendo líquidos corrosivos en forma de palabras por el mundo entero.
Y hoy, sólo había una diana, una víctima indefensa ante aquella metralla de palabras que ya habían perdido la fuerza desgarradora de los últimos tiempos.
- Mario, no sé a que viene todo esto pero te equivocas. No tienes puta idea de nada.
Estoy en una fase aún por descubrir que no es sueño ni es vigilia. Tampoco estoy borracha y que yo sepa no me he metido ninguna sustancia ilegal en las últimas 24 horas. La cuestión es que cuando me miro en el espejo sólo me veo las venas y las arterias y la mesita de noche de mi habitación se ha transformado en un enorme parque de atracciones de los antiguos, con tiovivos de esos que dan miedo.
Hace un rato hasta me ha parecido entrever a una mujer barbuda haciéndose un sandwich en la cocina. No me he atrevido a interrumpirla y sigilosa he pasado a toda prisa por el marco de la puerta, a tal velocidad ( creo que he superado la del sonido), que la mujer barbuda ni se ha inmutado y ha seguido afanosa untándose un bote entero de sobrasada en el sandwich.
Ya verás cuando llegue mi hermano. Por más que se lo explique no me va a creer y me va a echar en cara que me lo como todo. Espero haber vuelto a mi estado habitual para entonces. Más que nada por defenderme de ese energúmeno.

martes, 28 de octubre de 2008

El tiempo es un envase con fecha de caducidad donde nunca cabe todo. Siempre me lleva ventaja el muy cabrón y por más que imagino millones de formas de darle caza siempre se me escapa.
El día menos pensado voy a pillarlo por sorpresa y me voy a adueñar de cada uno de esos átomos diminutos e invisibles que le dan forma. Segundos y minutos con cara de no haber roto nunca un plato. A mí no me la dais. Ese día voy a ser la reina absoluta de todas las galaxias temporales de este universo que es mi existencia. Y como no soy muy mala persona( no de las peores) terminaré perdonándole todos los desaires y cogiéndole de la mano.
- ¿Colegas, entonces?
El tiempo perplejo bajará la mirada ante mi enorme condescendencia y resoplará de alivio.
- Vale, colegas.
Entonces todo se habrá terminado. Las prisas. Los reproches de todo lo que me falta por hacer. El vértigo. El tiempo perdido. El desaprovechado. El que está por venir.
Entonces ya no pensaré en él porque de tanto tenerle pegado a los talones acabaré por olvidarlo.
Y seré algo más libre y no me cagaré en todo por no convertir a ese traidor en una aventura permanente llena de actos tan heroicos y útiles como hacer los deberes que te pone la vida o labrarme un futuro digno de una chica como yo o instruirme un montón.

domingo, 26 de octubre de 2008

Me gusta esta rutina. Saborear los restos del fin de semana frente al ordenador. Que el tiempo transcurra y hagamos un hábito del querernos. Una costumbre de las que no asfixian. Me pido repetir todas las veces.
Me gusta partirme de risa contigo, ver pelis y documentales , ir a exposiciones y hacer stop motion por primera vez y que nos haya salido. Leerte un cuentito de Murakami mientras te quedas dormido. Amarte a primera hora de la mañana. Que nos entusiasmen las mismas cosas. Que nos cuidemos con la misma intensidad.
Me gusta verte despeinado. Tu forma de ser y de estar. Lo feliz que me haces sólo con mirarme, aunque sea de reojo.

El domingo llega a su fin. Una hora menos en el reloj y todo el tiempo del mundo para estar cerca de ti.

jueves, 23 de octubre de 2008

Nos empeñamos en conseguir metas difusas. Quedan bien sobre el papel. Infinitos listados de objetivos, programas, fundamentos teóricos y logros alcanzados. Etiquetas ridículas para disimular la propia incompetencia, en no pocos casos.
Y sin embargo a ellos lo que les preocupa es bien distinto.
Hoy A. odia a toda la humanidad y le dice a María que se calle de una vez, que es aburrida. Yo estaba pensando lo mismo. Más salero, cojones. Supongo que mis charlas producirán efectos parecidos. Lo que pasa que A. ha decidido quererme y eso me coloca en una posición ventajosa.
S. ya no puede tomar cafés hasta que se le regulen los niveles plasmáticos de litio. Así no vomitará la medicación. Y a lo mejor salgo antes. Una pequeña tragedia cotidiana que la ha puesto del revés y que ella encaja con una serenidad y una resignación que me admiran.
V. está convencido de estar encerrado por las peleas en que se ha metido últimamente. No se lo cuentes a la doctora, que sino nunca salgo de aquí.
G. se queja de que con tanto fármaco ya no puede surfear. El otro día se pegó un buen piñazo bajando a los patos. Es la flojera.
A M.A. le duele mucho el culo y eso no le deja concentrarse. Y la tortura constante que son las voces. Que no ceden por más medicación que le enchufen. Me mira severo, apagado y de forma desapasionado me repite siempre lo mismo. Ésta es la mayor putada que te puede pasar. 19 años y no hay dudas. Esquizofrenia paranoide. Cambios sutiles en el comportamiento. Abandono de los estudios. Aislamiento progresivo. Aplanamiento de las emociones. Y las voces diciéndole que se mate de una vez.
Y C. que ingresó ayer. Diagnóstico de trastorno de ideas delirantes después de un año en la India buscando respuestas.

La que observa hoy está agotada. Las pilas a media cargar y las ganas de todo intactas. Por eso me voy un ratito a dormir antes del máster. Parece mentira como ha cambiado todo. Las inseguridades de antes hoy ya no están. Me siento integrada, relajada. Sin necesidad de demostrar nada. Nunca me imaginé haciendo cosas que ahora me salen solas. Es cojonudo.
Al llegar a casa Sonia me lo cuenta. Ha habido otra vez problemas en la tasca. Se va a al sur echando leches. Estamos bien enseñadas, siempre al pie del cañón cuando hay que estarlo. Más incapacitadas para pedir que para dar lo que haga falta.
Y Laurita que por fin ha pillado los billetes, y la Maripati que ya lleva dentro dos kilos y medio de Paula y .. la voz de Dani que me sonríe desde el otro lado del teléfono. Mañana el día es para nosotros. Pide todos los deseos que quieras.

miércoles, 22 de octubre de 2008

La noche más bonita. Y no es porque haya conseguido vencer la desidia y terminar las memorias. Ni tampoco porque mi crisis hipocondríaca vaya perdiendo fuerza. Ni por las canciones de Beck que me han alegrado la tarde.
La noche más bonita es la que consigo sentir dentro después de haberte tenido a mi lado. El sofá, algunas canciones y todo lo que conseguimos decirnos con palabras torpes. Porque no es fácil expresarlo. El amor. La total certeza de haber encontrado lo que antes sólo me atrevía a fantasear. Las sensaciones. El deseo. La admiración.
Ya son tres meses de pura vida. De gratitud al universo entero. De estar justo en el trecho del camino donde quiero estar.
El mismo donde estás tú.
Mirarse el ombligo. Sacar el bichito. Y dejarse arrastrar por la pereza, por la culpa culposa y las nubes negras del cielo. Creo que soy la persona más acojonada del mundo con cojones suficientes para casi cualquier cosa. Y es que tiran de mí fuerzas que se oponen. Y yo en medio, presa del miedo y de la curiosidad. De la temeridad y el recato.
Hoy parece como si en cualquier momento pudiese llegar el frío que se hace esperar. No ha salido el sol y los nervios por las fechas de los exámenes y el cuerpo que me pone el freno me tienen frita. Y sólo hay un remedio posible para este desasoiego existencial. Ponerme ahora mismo a hacer lo que debería estar haciendo. (Concéntrate, por lo que más quieras).
Y dejarme querer un rato. Pero eso, después.

lunes, 20 de octubre de 2008

Suena el despertador y es imposible. No puedo moverme. La historia no es nueva. Es mi estado de pseudocatalepsia siestil habitual. Un estado cojonudo, dicho sea de paso. De hecho, cuando pasados tres cuartos de hora consigo abrir los ojos me siento como si me hubieran arrancado de cuajo todos los cansancios. Alivio y corte de manga al cuerpo. Esta tarde no me vas a joder.
Un paréntesis para perder el tiempo y ahora sí, estudio un poco. Soy algo rácana a la hora de echarle horas a los deberes pero siempre cumplo aunque sea tarde. Mi meta es hacerlo todo antes del jueves y ya casi está, casi casi. Suena una puerta que se abre. Buena excusa para hacer un descanso. Hablo con Sonia de todo un poco. Por más horas que pasemos juntas nunca se agotan los temas de conversación. O será que somos especialistas en darle vueltas a todo.
Y viene Dani. Guapísimo. Vámonos un ratito a la habitación, anda...

domingo, 19 de octubre de 2008

No se trata de ganar o perder. Ni de ajustarse a ningún patrón prestablecido de lo que debemos ser, de lo correcto y lo bueno. Venerando al dios supremo que nos han metido a machete en la cabeza no llegamos a ninguna parte. Porque siempre hay una falta, una carencia como base innegociable de esta religión. Es el culto a la duda eterna, al juez de dentro que sólo reacciona ante el supuesto fracaso.
Y puede que sí. Que haya fracasado en algunas expectativas que alguien puso un día sobre mí. Que me pierda de vez en cuando. Pero cada vez que me veo a través de tu mirada me doy cuenta de que no se trata de lo que creía. Que todo es más sencillo. Que detrás de lo que poseo y de lo que me falta hay otro mundo. Y allí no hay preguntas ni largas esperas. Sólo amor.

Domingo de cielo rosado. Intento fotografiarlo para enseñártelo después. Otra vez hago recuento del fin de semana y sólo me salen risas y placidez. Alrededor hay pelis en el dvd , un espectáculo en el tanque que me gusta porque tú estás cerca , una noche agitada con las ventanas de colores y ese toque setentero por todas partes, confesiones y tu síndrome de abstinencia que siento como un gran regalo.
Y el proceso que es amarte e irme desnudando cada día un poco más.
La luna aullaba sola en medio de un cielo plomizo de tonos violetas. El hombre descansaba sobre algo parecido a un lecho, improvisado con todo lo que llevaba dentro de aquel enorme bolso. Imperturbable repasaba las provisiones que le quedaban. Podría aguantar tres, cuatro, quizás hasta cinco días más. Lo importante era mantener la calma y decidir. Toda su vida había sido una bifurcación interminable de trayectos discontínuos. Estaba acostumbrado a tomar decisiones difíciles. A arriesgar. Y hasta hoy nunca hubo heridas mortales. Al menos nunca las recibió.
Recuerda las aguas verdes del último río que cruzó. El lodo y las piedras diminutas que formaban un manto movedizo en las profundidades. Heridas en los pies y en las manos porque nunca se conoce del todo un territorio hostil. Escapar de aquel lugar le llevó mucho tiempo. Esquivar la mirada sombría de ella. Los reproches silenciosos. La deseperación invisible que ocupaba el espacio entre uno y otro. Enormes bolsas de derrota en el aire que respiraban, golpeándoles la cara un día y otro. Recuerda la huida falta de toda heroicidad. Nunca se consideró un tipo elegante. Tampoco se sintió tan miserable como aquella noche en ningún momento de su opaca existencia. No pudo hacer otra cosa que mentir. Dejarlo todo tras de sí sin despedidas de última hora. Cariño he de ir a la ciudad esta noche.
Y se adentró en la montaña para perderse. En menos de cinco días decidiría el paso siguiente.

martes, 14 de octubre de 2008

A. dice que las pastillas no pueden solucionarle lo que le pasa. Que su corazón y su mente se han separado. Que ya no sabe quién es y está perdida. Ahora su cabeza es un pozo oscuro, un puzzle con la mitad de las fichas bocabajo, un espejo turbio y cabrón.
A. es enérgica y expansiva. Una niña grande con el pelo lacio que anda a saltitos y se debate entre la pérdida de la identidad y el amor universal. Y pinta mandalas de la suerte y habla de la paz y la belleza y la bondad como si sus palabras pudieran darle forma al caos que la persigue.
Esther, qué guapa estás. Escucha esta canción. Tengo que contarte algo. Me he enamorado de V. No le gusto, lo sé porque no me busca con la mirada. Ya me callo. Y el gesto de siempre, el candado en la boca que cede al ímpetu de comunicarse antes de que lo haya cerrado del todo.
Hoy he hablado con A. a solas. Me dice que siempre se está enamorando, ilusiones locas que acaban destrozándole el corazón. Se jacta de cantar muy bien y de ser tierna y muy buena persona. ¿O parezco vieja?, no quiero ser vieja nunca. Me enseña una foto de H., su novio de toda la vida. Murió este enero, no pudo soportarse más. Después llegaron la descompensación, los ingresos, la travesía que la condujo hasta nosotros.
Acelerada y distraída habla de su enfermedad como un gran sufrimiento mental, la falta de toda la alegría, la presencia absoluta y exterminadora del miedo con mayúsculas, el odio que siente hacia lo que ahora cree ser.
De pronto llora. Ya no es la niña de aire psicodélico. Ahora se estremece y reconoce el terror que le provocan los jodidos americanos. Espías capaces de leerle la mente empeñados en hacerle daño como sea.
Después retrocede a los 19 años. Su primera crisis en Alemania. Fue porque me enamoré de un chico de mi universidad que no me quería. El comienzo de la abolición del yo en un tiempo en que sólo comía copos de avena y miel porque se creía la abeja reina. O una princesita, me dice pícara. Por aquel entonces era tan sensible que oía a sus plantas chillar. Por eso una mañana desandó el trayecto y tomó un tren a toda prisa para volver a casa y regarlas. Porque yo soy buena. Verdad, Esther?.
En realidad no sabe cómo es. Una charlatana con un vacío en la cabeza, me dice, mientras agita los brazos arriba y abajo. Así estoy, volando.
Más tarde conozco a los padres de A. Endurecidos tras 23 años de enfermedad. Él más que ella. Buscando algún resquicio de esperanza en mis palabras. Agotados de luchar contra un enemigo al que no entienden ni logran ver. Cansados de una hija a la que no van a abandonar. De sus raptus de agresividad, de los celos patológicos, su impaciencia y sus caprichos, el miedo y las paranoias, su búsqueda constante de atención.
La madre no puede contener las lágrimas mientras me dice que A. ya no es capaz de sentir. Que sólo actúa. Sobreactúa. Y lo peor es que piensa que los demás tampoco sentimos y no somos capaces de quererla. Por eso nos atosiga, por eso sigue buscando algo que ya no podrá encontrar. Quién sabe, pienso yo.
Soy una flor del universo. Verdad, Esther?
La noche me ha pillado por sorpresa. Los ruidos que vienen de la calle, ecos de una voz que me resulta familiar y que desconozco, el calor de este verano que no se termina, el aire que templa la habitación, la oscuridad adueñándose de las formas y del espacio invisible que es zona de nadie y zona de todos.
La noche me ha hecho recordar algo que nunca sucedió. Estábamos metidos en el coche, un renault blanco viejísimo y fuera nevaba. Esperábamos a mamá mientras merendábamos un bocata de mermelada y mantequilla. La gente de la calle era la copia exacta de un dibujo que había visto un millón de veces. Bufandas y gorros de todos los colores, trajín de niños que se lanzaban bolas de nieve. Y nosotros dentro, calentitos, esperando la hora de volver a casa.

domingo, 12 de octubre de 2008

Un gesto que es un producto químico desconocido derramado sobre mis sentidos. Desconcierto, placer y la imagen que vuelve a mí inquietante y lasciva.
Detrás habita el misterio. El escenario está saturado de objetos que dicen poco. La atmósfera que le otorga el carácter no puede traducirse a un inventario de nada.
La incógnita ha aterrizado sobre mis pies para aligerarles el paso. Una pequeña zancada me abre puertas desconocidas. El pasado enterrado en los bolsillos y las manos libres. Para tocarte mejor.

Domingo que se acaba. En mi cabeza se desparraman los restos del fin de semana. La conversación con María tumbada en la cama mientras me cuenta que menuda putada que se ha hecho un esguince y el domingo sale para Tokio. Alrededor los gatos que no se me despegan y un sandwich de Nocilla y Dani que me deja en la puerta de casa de vuelta del cine. Hoy hemos visto un documetal de radio colifata. Tierno y rebosante de cierto idealismo que me conmueve. La utopía no está muerta, seguro.
Ha habido más pelis, paseos, unas partidas al scrabble, risas y todo lo necesario para sentirme jodidamente afortunada. Sobran los detalles.

miércoles, 8 de octubre de 2008

La reunión está a punto de empezar y nosotras nos vamos al bar de enfrente. Me tomo un zumo de naranja mientras Raquel habla. Esta mañana la saludé de pasada. Hola, qué tal. Apenas la conozco pero su respuesta me paró en seco. No muy bien. Juraría que estaba a punto de echarse a llorar. Este tipo de situaciones me colocan en una posición incómoda que va del interés por el otro al miedo franco por meterme donde no me llaman. Si necesitas algo dímelo. La rozo el brazo y la miro directamente a los ojos y rápidamente cambio de tema. La nueva programación de las actividades de psicología es una buena escapatoria. Al menos de momento, detesto forzar nada.
Llegamos tarde a la reunión. Cristina y Yaiza sonríen. El resto ya está enfrascado en la compra venta del material. Te cambio un paciente por un piso tutelado. O mejor una minirresidencia. Y dense prisa porque esto se acaba. Para el año que viene que se joda todo el mundo porque ya sólo van a quedar plazas de asistencia domiciliaria. Intento prestar atención al circo que hay montado. Parece un gag de segunda. Los diálogos sobran. Por eso desconecto de vez en cuando o miro a Cristina con cara de circunstancias. Parece que J.C. ha vuelto a recaer. Joder. Se está pasando otra vez con los porros y la juez le tiene bajo el punto de mira. Al fin y al cabo intentó cargarse a su madre. También hablan de J. Lo hacen con demasiada ligereza. Chistes fáciles que no me hacen puta gracia. Su promiscuidad es algo muy serio. Además no es como la pintan, al menos conmigo.
Supongo que tendría que hacerme notar más en este tipo de eventos. Timidez, desinterés, prudencia..Sea por lo que sea, apenas hablo. Además , me estoy muriendo de sueño.

martes, 7 de octubre de 2008

Hoy A. se ha puesto a llorar sin más. La cabeza agachada con las manos ocultándole la cara. Su universo emocional es una madeja de hilos todos de diferentes colores y tamaños, un mundo ajeno que no consigue identificar como propio, un enemigo cruel con el que intenta desesperadamente hacer las paces.
Por eso busca mis palabras a las que dota del significado que las suyas ya han perdido, de un poder para calmarla que es sólo un espejismo, una trampa. Y por eso me acompaña a la planta dando saltitos y hablándome frenéticamente del amor y la bondad, acelerada y mecánica. Y se empeña en leerme un poema que escribió ayer inspirado en El secreto, buscando el sentido que la esquizofrenia le ha robado en las recetas facilonas de todo a cien que en sólo 10 pasos o 30 días te harán el tipo más feliz de este mundo. El más exitoso con sólo tener la actitud adecuada.
Sabiduría para el hombre moderno cada lunes en su kiosko por un módico precio. Y una mierda.
(La felicidad no se compra tan fácilmente. Se conquista siendo. Despacito y buscando dentro).

El último pensamiento (y el primero) para Dani. Mi referente de sabiduría. Mi paz y mi conmoción. Espero que te recuperes muy pronto cariño. Me hubiese quedado eternamente mirándote dormir, protegiéndote de todos los fantasmas.

lunes, 6 de octubre de 2008

He ido tomando caminos. De los establecidos y de los que casi nadie toma. Eligiendo y dejándome llevar. Observándome en espejos que sólo eran almas tan confusas como la mía. He tomado decidiones irrevocables que rápidamente se desvanecían como motas de polvo bajo un huracán.
He adoptado posiciones en terrenos pantanosos hechos de fragilidad y materiales innombrables.
He buscado una fórmula para que todo cuadre. Un número entero sin decimales que pudiera escribir sobre cualquier superficie. La respuesta última a cualquier pregunta. La pregunta última que aniquilase todas las dudas posibles.
He huido y le he plantado cara a mi cobardía. He intentado construir un fuerte de solidez reuniendo todas mis inconsistencias y mis virtudes.
He deseado amar más allá de cualquier concepto envasado al vacío de lo que amar es. Lejos de lo que mi imaginación es capaz de inventar, de la tiranía de mis necesidades.
Amar desde el último reducto de mi corazón. Y entregártelo sólo porque eres tú. Porque te quiero.

jueves, 2 de octubre de 2008

Cierro los ojos y te traigo a mi lado. La felicidad es una herida abierta, un misterio que no es necesario resolver, una sentencia ineseperada, es tu cuerpo conquistado, son todas estas sensaciones soñadas que se han apoderado de mi vigilia y de cada una de mis células.
Hoy me he despertado pensando en un millón de cosas. Los pensamientos son entes desvinculados de mi voluntad, sobre todo a estas horas. Van y vienen sin pedirme permiso. Incómodos, libres.
Una ducha rápida, el hierro, la jalea, radio 3, las noticias de la mañana que no consiguen captar mi frágil atención, algún que otro acto rutinario y después de asegurarme que lo llevo todo, salir por la puerta con el mp3 en la mano.
En el tranvía me siento en el sitio de siempre. De espaldas adonde voy. Frente al mar y al sol que ya ha escalado un buen trecho de cielo. Dejo que mi imaginación invente escenas al ritmo de Interpol. Entro en mi despacho y empiezo el día haciendo lo que me da la gana. Las obligaciones las dejo para después. Qué cojones.
Antes de terminar la mañana tengo noticias del gorrión. Está en méxico D. F. y aunque no me expresa entusiasmo alguno, sé que está bien. Ayer llegó Raúl y pasarán dos semanas juntos.
Veo a Tania. Aunque estoy cansada su compañía consigue que lo olvide. Tempura de verduras, ensalada griega y Emma que está para comérsela. Y de postre chocolate en altas dosis.
Ni con éstas engordo, no ves. La bajada es sólo por el cambio de hábitos. Y cierta recién estrenada tenacidad, quizás.
Vamos para casa. Hoy está Sonia y Dani viene enseguida. Salimos a dar el primer paseo en moto. El destino es el viento en la cara y estar pegada a ti. Desplazarme contigo. Quererte cada día más.
Y el mar y el olor a salitre.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Sonia le cuenta a Guille al teléfono que "mi hermana se ha comprado un casco de moto". Habla alto y así me resulta imposible concentrarme. No importa. Hoy toca escribir sin demasiado orden.
En unos días se marchará Mabel. Le han dado la noticia esta mañana. También se ha ido ya Cristina y a María le queda poco tiempo conmigo. Las tres me han dejado una sensación dulce. Las tres me gustan y a las tres puedo besarlas sin que el protocolo lo marque o abrazarlas con libertad y sin miedo.
Hoy he visto sufrir a personas que llevan mucho tiempo haciéndolo. Familiares de enfermos mentales que han perdido pedazos de sus hijos. He intentado poner todo lo que hay en mí para calmar su dolor. Porque por alguna extraña razón soy creible a ojos de los demás. Y eso me ayuda en mi empeño por aliviarles.
Dani ha venido a buscarme a la privada. Bajar las escaleras y encontrarle ahí. Tranquilito y sonriente. Ya no llueve y ahora sí, vamos a por el casco. Cogidos de la mano.
Buenas noches.