Tori Amos canta a mi lado. Casi susurra en mis oídos. Su voz es dulce e intensa. Es la voz que busco. Una melodía inofensiva que me ayude a pensarme. Que me deje escapar durante unos segundos de la hoja de ruta que llevo cosida a los ojos: si oculto el paisaje, me oculto yo.
Hace unos días tuve un extraño lapsus: tú y nosotros, le dije a Dani.
Ahora soy un poco los dos. Huyendo de la soledad infinita. Paseando cogidos de la mano junto al mar azul. Estrenando por fin el horno de la cocina rojo-fuego del salón verde y negro que acabó con una casa que olía a fecha de caducidad y chapuceo. Escuchando los cds que compré culposa en uno de mis arrebatos de chica consumista. Viendo una peli a primera hora de la mañana desparramados en el sillón. Besándonos antes de dormir como hacemos siempre. Escuchando a Tania hablar sin pausa de toda una vida construida de pedazos de otros, tan banal y tan apasionante como la de cualquiera.
Tú y nosotros cenando. Me cocinas porque sueles hacerlo y hoy lo haces porque tengo una contracción muscular y me duele. Y me haces sentir en casa mientras me cuidas. Me entregas una seguridad que es solo nuestra.
(hoy hablo casi una hora con Ana al teléfono; no la conozco; es médico de familia y escribe y tiene un programa de radio donde pincha blues y un día un tipo que salió de pronto de entre unos árboles le quiso vender un libro y terminó contándole su vida de esquizofrénico en su programa radiofónico; nos gustamos y me lanza una indirecta que me hace soñar; quizás colabore en su pequeño programa; quizás la radio sea un bonito lugar para)