martes, 25 de agosto de 2009

Todas las mañanas era la misma historia. La aséptica rutina dictaba cada movimiento y así todo era mucho más fácil. Y más aburrido. Las puertas de la oficina se abrían antes de las ocho.
Paco llevaba con rigor sus funciones de conserje desde hace tanto tiempo que ya ni se acordaba. Quizás en otra época su vida traspasó los límites de este edificio, quizás entonces desobedecía al orden que ahora le tiraniza. Sí, hubo un tiempo impreciso que no logra recordar con nitidez. La neblina de los días iguales ha arrasado con los recuerdos de su pasado alcohólico y desordenado. Por suerte ahora su destino y sus pasos están claros. Aplastante y definitivamente claros. Él mismo ha llegado a convencerse de que todo está mucho mejor así. La libertad tiene un precio que a estas alturas no piensa pagar.
- Detestaría cualquier posibilidad de poderme equivocar otra vez, masca entre dientes, mientras, mecánicamente, pone en orden aquel lugar.
Hoy Montse, Dolores y Fernando han coincidido en la entrada principal. Más allá de las cuatro paredes del despacho no son más que extraños . Dentro son un pequeño equipo entregado a la misma desalentadora misión: tenerlo todo listo para que cuando a las diez el señor Rodríguez entre en escena todo parezca estar bajo control. Nada de enseñarle las heridas al enemigo, nada de titubeos ni prisas de última hora. Eficiencia y eficacia señores, les repite un eco remoto que un día partió de la mismísima garganta del señor Rodríguez.
Montse sólo tiene 20 años. Podría decirse que de piel para afuera es una chica de lo más normal. Rellenita, risueña, con aires de no haber roto un plato ni de albergar deseo alguno de hacerlo. Nadie sospecharía que está enganchada a los amores del ciberespacio. Que se deja la piel, y las horas y el corazón frente a una pantalla de ordenador todos los días con sus noches incluidas. Que los píxeles y los encuentros virtuales son en realidad la única dosis de satisfacción que sacude sus temblorosas carnes.
Dolores es la más veterana. Viuda seria de tez desgastada se pasa las horas pegada al teléfono entre severa y desesperada discutiendo con su única hija, la misma que la estaba quitando la vida, insistía todos los días. Una madre entregada y ejemplar que no podría levantarse por las mañanas de no ser por la batalla campal que le supone arreglarle la vida a su "pequeña". Aterrorizada con la idea de que un día su hija desaparezca o ya no la necesite o se conviera en una persona feliz, eso no, por dios.
Fernando es ante todo el nieto del señor Rodríguez. Se podría decir que también es atractivo aunque eso sólo antes de mirarle con cierto detenimiento. Entonces, como por arte de magia, su indiscutible belleza se transforma en una sensación lejana de desagrado visceral. Cualquier persona con los sentidos más o menos intactos percibe un pálpito a muerte en sus ojos del color de la noche, cualquiera menos Montse y Dolores, cegadas por unas vidas opacas, inmunes a toda evidencia.
Hoy tendrán que tenerlo todo listo a las nueve y media. El señor Rodríguez les ha convocado a una reunión de carácter urgente.Ha de ser algo de importancia capital porque hasta Paco tiene que estar presente..
( Continuará ).
Hoy vienen Lánder y Yerai. Con ellos se me va a echar encima tu recuerdo, tu delantal a cuadros de estar por casa y tus pasitos lentos y traicioneros.
Querer no es siempre algo fácil y sin embargo, contigo lo fue. Quizás la respuesta esté en la forma en que me mirabas. Nunca nadie ha vuelto a mirarme así: sin ningún reproche en tus pupilas, sin ningún temor en las mías por ser descubierta.
Llevo la insifnificancia adherida a mi identidad. Nunca seré aquello que hubiera podido llegar a ser. Pero a tu lado, se me olvidaba.

Hoy voy a recordarte de nuevo como la mujer que me hacía reir y nos perseguía por la casa simulando ataques de locura. La misma que escuchaba la "aradio" hasta que se hacía de día, la que se permitió querer a sus nietos porque nosotros no íbamos a tirar de la madeja de un pasado plagado de errores y sinsabores. Te perdonábamos y nos perdonabas y sólo así podíamos disfrutarnos.

viernes, 21 de agosto de 2009

Reunión de los viernes.
Abro y cierro la pesada puerta de la primera planta con el manojo de llaves que llevo siempre encima. Lo hago automáticamente, aunque bien pensado cualquiera podría escaparse de este sitio. Un pequeño despiste del personal y la calle es tuya.
Pero no nos engañemos, aquí las cerraduras las impone el miedo, la indiferencia exterior y la soledad a la que te condena una mente rota.
Los muros ahora son invisibles y más sólidos.
La lucidez y la pena os han cortado las alas. Alabados sean los antipsicóticos.

Comienza el desfile de personal. Psiquiatras de pelo alborotado y al borde permanente de un ataque de nervios, beatas inestables con hiel en la sangre y miel en las intenciones, pijas impecables que no ven más allá de los escaparates de sus tiendas preferidas.
Y una enfermera vestida de neutralidad que todo lo dice en diminutivo, cojoncitos con la niña.
Y una residente aburrida que manda mensajes desde su móvil y echa la cabeza para atrás una y otra vez en un gesto sugerente y lánguido de chica de anuncio veraniego.
Y las trabajadoras sociales que son mujeres sencillas y dicen poca cosa.
Y el jeje de enfermería que tampoco dice demasiado y lleva unas manoletinas blancas que le dan un toque delicado y hortera.
La culpa de todo la tendrá el calor, será eso.

Uno a uno se va haciendo un repaso a todos los pacientes. Los que ostentan la sabiduría juzgan y opinan y deciden y yo meto baza todo el rato aunque en realidad pocas veces me preguntan. Hoy hay que decidir si L. puede salir de permiso. Yo digo que sí conteniéndome toda la mala leche que me provoca la falta de interés que reina en la sala, la ubicación tan injusta del poder.
Unas horas más tarde L. perderá la compostura y habrá que subirle la medicación. Y es que lleva 4 meses sin pisar la calle pero aquí están prohibidos la furia, la frustación y los malos modales. El criterio de mejoría es siempre el mismo: la mansedumbre y el servilismo. Cuanto menos toques los cojones más fácil lo tienes, colega.
Se me revuelve el hígado y el sistema límbico al mismo tiempo porque necesitaría demasiadas palabras para darle forma al puto sinsentido que es todo esto.

Ahora, cruzaré los dedos para que cuando llegue a casa Dani me haya preparado esa tortilla con pimientos que me ha prometido. Después una siesta sin final, pelis en 47 pulgadas y el off en mi cabeza.
Los sentidos quedan abiertos..

jueves, 20 de agosto de 2009

Mi universo sentimental se expande con lentitud. A veces se contrae durante milésimas de segundo y después, se vuelve a expandir despacito, directo a los confines de otro universo desconocido, a un deseo opaco, a un destino sin cara ni cruz.
El sudor estos días encharca las sábanas. Tu olor y mi frágil sueño se mezclan mientras beso la piel de tu espalda y me rindo a la certeza de ser amada por un cuerpo al que a veces, no le salen las palabras.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Una adolescente de culo gordo y curvas generosas aprende a patinar igual que un pato a hacer piruetas cogida de la mano de otro adolescente enamorado de cada uno de los movimientos de su chica.
Yo paso al lado y les miro de reojo mientras sonrío por dentro imaginando que soy yo la que se lanza al asfalto sobre aquellos artilugios antipáticos con pinta de no dejarse dominar por personajes como la adolescente de culo gordo o yo misma, la chica con pearl jam al mp3 y un vestidito que en realidad es un pijama, que pasea en plena tarde y que terminará su ruta encontrando lo que buscaba: todas las temporadas de a dos metros bajo tierra en edición especial para coleccionistas, bien.
Por el bien de mi corazón y el de mis huesos y sobre todo, de mi cabecita destartalada, he decidido pegarme paseos como el de esta tarde aunque eso sí, prometo no agotar las existencias de todos los comercios de santa cruz.
O igual sí, qué coño.

lunes, 17 de agosto de 2009

Es Agosto y hace un calor sofocante. Son más o menos las cuatro de la tarde. Los planes de hoy han sufrido un leve y fatídico cambio. Hemos de hacer una parada en el camino, un paréntesis oscuro y siniestro en mitad del día.
Primera puerta a la derecha, nos dice alguien a quien apenas prestamos atención. Esperamos unos minutos sin decir nada. La sala es blanca y aséptica, de la calidez del metal y los cristales rotos.
Abrir y cerrar de puertas y ahí está, de pie sobre sus cuatro patitas, feliz de vernos otra vez. La última vez. La más dolorosa.
Me lanzo al suelo instintivamente y le abrazo con fuerza mientras se me escapan las lágrimas que probablemente él no consiga entender.
Tor sigue en pie, preparado para salir de aquel jodido infierno, inquieto y suplicándome que le quiera pero sobre todo que nos larguemos de una puta vez de allí.
Me mira con dificultad porque ya no puede levantar la cabeza como hacía antes. Sus ojos se me clavan por todos lados, su aliento y su carne me duelen. Está meado y acabado, no hay marcha atrás, lo sé y no quiero entenderlo.
Quizás..
Infección en la sangre, un cuerpo que se consume sin una conciencia capaz de calibrar el final.
Vámonos, me repite testarudo, moviendo la colita, estrujándose contra mi cuerpo herido, poniéndome perdida de matas de pelo negro, recordándome que está en mis manos, miembros hoy amputados por orden médica y por la fatalidad y el orden natural de las cosas.
Y en silencio le digo todo lo que le quiero. Y no dejo de darle las gracias por haberme regalado su presencia durante tanto tiempo.Momentos dulces tejidos entre todas mis células que hoy se rompen en cienmil pedazos. Horas felices con fecha de caducidad. Es el fin.
Quizás..
La última imagen que da vueltas en mi cabeza hasta marearme es la de mi perro volviendo al lugar donde le inyectarán una dosis letal de anestésico.En diez segundos se irá a la mierda toda una vida. Ante mis propias narices y mi impotencia. Ante mi corazón agradecido y un amor que hoy se dilata presionándome las sienes.
Te quiero torete.

( en el recuerdo todas las horas en el parque del barrio, los inviernos y el barro, las noches de verano y las risas, Sonia y el Rober y Duncan, el día que mordiste a David y supe que te prefería a ti, aquella tarde que me ahogaba en pleno desamor y tú me dabas golpecitos para que no me hundiera, para decirme que estabas allí..)