lunes, 16 de mayo de 2011

No se tata de magnificar lo ocurrido, pero es que ha sido cojonudo.
Apenas había dormido con la dichosa tos y los mocos. Apenas me tenía en pie y mi consciencia rozaba la obnubilación total. Taxi hacia el psiquiátrico por la autovía nueva. Tensión y nerviosismo contenidos y grupo de buenos días.
( E. está demasiado sedado solo porque la doctora le encontró la semana pasada más alegre de lo esperado y le subió la medicación (eso me asegura y que se le queda la cara dormida y se siente como paralizado y le duelen las piernas); B. interrumpe constantemente a los demás y persevera en su discurso, siempre las mismas cuatro frases, y no es capaz de repetir la fecha de hoy ( Esther, por favor, déjale en el grupo, le recuerda a su época en Proyecto Hombre y le hace sentir bien); M. protesta y repite que está cansada, aunque hoy lo hace con menos insistencia, es la medicación que la tiene colgada; J.M. habla en clave, traduce, le digo entre risas, y él sonríe y se esfuerza por organizar su pensamiento disgregado y estelar).
Yo estoy dividida: atenta a todas las palabras que flotan en la sala y a la puerta que en breve podrá abrirse o no. Se abre y salgo disparada. Lo hemos dispuesto todo para que hablemos. Es el jefe del  servicio, el que está por encima de los demás y ha de saberlo. Me escucha tranquilo y afirma con la cabeza. El proyecto sigue adelante. Perplejidad absoluta. Desconcierto. Subidón. Nadie hubiese dado un jodido duro porque se posicionara de mi lado (Tania sí porque Tania cree en la justicia natural de las cosas).
Descuelgo el teléfono y de mi boca arrancan extasiadas dos palabras: hemos ganado.
Hoy abandonaremos el psiquiátrico contentas, descubriré una maravilla de blog de una chica de 14 años, guapa la mires desde donde la mires, dormiré al lado de Dani una siesta sin sobresaltos, soñaré con mi profe de fotografía y el curso nuevo que he visto anunciado en la red, merendaré un Nesquik con galletas y escucharemos admirados el discurso impecable y desolador de Garzón.

Justicia. Hay veces que llega y otras que se nos escurre. Lo único que importa es no dejar de buscarla.

(mi madre al teléfono, sí, casi lo había olvidado...)

domingo, 15 de mayo de 2011

Últimamente me siento invadida por una extraña sensación de gratitud. Me paso cuando, en una situación determinada, en mi cabeza suena un click y paso a ser la que observa con ojos alucinados las escenas que otro diría que son mi vida.

Toma uno: entro por la puerta de casa y un gato gordo se lanza a entregarme su bienvenida esquiva y gatuna, y Dani me dice que me quite las deportivas en el salón, y me quedo mirando el suelo de microcemento y siento el abrazo de una noche templada y tranquila; perfecta, quizás.

Toma dos: estamos los cuatro en el sillón: Dani, Pica, Tania y yo. En la pantalla de la televisión, También la lluvia. En mi mejilla unas lágrimas que se van deslizando al compás de un final poco creíble y esperanzador. Detrás del desencanto puede esconderse una posibilidad.

Toma tres: es la barra del bar donde solemos tomar algo por la mañana. Hoy ha sido un día intenso e injusto y allí mismo Cachi, iphone en mano, me enseña el correo que acaba de recibir. Es Janet y nos dice cosas tan bonitas y tristes que vuelvo a llorar. No me escondo de nadie y se me pasa rápido, apenas un pinchazo de rabia y amor.

Hay más tomas, en algunas está Sonia en la orilla de la playa, hablando y escuchándome sin parar, con su bikini a rayas naranjas y blancas y ese cuerpo robusto y contundente que nunca ha sabido apreciar; en otras estoy yo, sola, disfrutando de una tarde cualquiera, callejera, consumista, buscadora.
Y las risas del viernes a última hora de la mañana con E. tirado en el suelo simulando una cama de agua, y el careto que se me quedó esa misma noche viendo una obra de teatro absolutamente absurda e incomprensible, y el último libro sobre psicosis que leo, tan lleno de auténticas revelaciones...

También han pasado cosas que no son dignas de mi gratitud. Pero hoy no importan. Jamás lo han hecho, en realidad.

lunes, 9 de mayo de 2011

No sé si con este sueño podré articular varias frases seguidas con sentido. Pero que no sea por no intentarlo.
Ha sido un fin de semana de remontada, después de unos días extraños y melancólicos. Sabía que la luz volvería a brillar, que solo era cuestión de charlar un ratito con Dani, de enamorarme de una historia, de reírme con Justo al otro lado del teléfono, de pegarme una juerga con la gente que quiero, de dormir sin prisas...
Solo era cuestión de desearlo, al fin y al cabo.
Porque sería injusta si me dejara arrastrar por la desesperación y el abatimiento. Borrarme del mapa cargándome de hastío sería una auténtica pérdida que no voy a permitirme.
Prefiero sonreír y continuar la lucha:  resistir es la consigna.

(tengo un nuevo proyecto en la cabeza, algo que de materializarse podría suponer una importante aportación a esto de la salud mental y sus usuarios; me cuestiono si mi inflexibilidad con lo que percibo como flojera moral en los otros no es más que humo e inconsistencia; sé que tengo suerte cuando Dani me asegura que hará todo lo que esté en su mano por hacerme feliz; la distancia con mi madre se dilata y se llena cada vez de más silencio; ver al gorrión en verano, tumbarme en la piscina, escribir algo importante...)

jueves, 5 de mayo de 2011

"Nada importa. Hace mucho que lo sé. Así que no merece la pena hacer nada. Eso acabo de descubrirlo". Así comienza la historia. Con una declaración de intenciones de un niño que decide dejar la escuela para subirse a un ciruelo a contemplar el cielo y la misma nada.
No hacer nada... tentador y aterrador al mismo tiempo. Porque si dejase de hacer cosas dejaría de creer en ellas, aunque por otro lado, el hecho de hacer y hacer no termina por convencerme de nada.
Quizás, solo es cuestión de autoengañarse y hacer como que esto o aquello es importante. Te puedes dejar guiar por pequeñas punzaditas de placer, da igual si es un placer con sabor a sucedáneo. Paladéalo y a callar.

La cuestión es que si paras, estás perdido. Perdida.

(tarde de miércoles, decido salir a dar una vuelta, paso por una librería y me voy a inspeccionar el nuevo local al que van a trasladar el gimnasio, me cruzo con un compañero de trabajo y nos dedicamos a marujear un buen rato, en la bandeja de entrada hay un correo del gorrión en el que me dice que estoy guapa, que se ha emocionado al leerme y me ha sentido más cerquita, fantaseo con mandar a la mierda Saltando Muros porque a César hoy le ha faltado honestidad y yo me he roto un poco por dentro, duermo mal como todas las noches y me levanto saturada de incredulidad)

martes, 3 de mayo de 2011

El día se va estirando como un chicle pegajoso que poco a poco se va quedando sin sabor. Estoy amodorrada y el aburrimiento hoy me ha inmovilizado. Pensaba haber escrito un artículo que debía haber escrito hace tiempo. Un paseo por la playa. Una sesión de photoshop para las fotos de Budapest. Y nada. Solo deambulo y duermo y como. Y cuanto más terreno le cedo al abandono más alas le doy a mi imaginación. Y me pongo sádica e injusta hasta enmudecer. Cuando, en realidad, lo único que deseo es gritar.

(navegar por la red sin prestarle atención a nada, dejar que el sol queme mi piel, esperar algo, un estallido que me divierta, alguna salida hacia ningún lugar)
Paseo de domingo lluvioso. Hacemos una parada en una sala donde exponen fotos. Son imágenes sin alma. Enormes reproducciones fallidas y mediocres. Una auténtica tomadura de pelo si lo que buscas ahí dentro es algo de conmoción.

Volvemos a intentarlo y entramos en otra sala. Es gratis y no tenemos nada mejor que hacer. Y de nuevo me sobreviene la decepción. El tipo que ha pintado esto no me gusta. Por suerte hay una última serie de retratos incompletos con textos escritos a lápiz. Me gusta el más tonto de todos: uno en el que la Reina de Corazones le dice a Alicia algo así como que ella antes de desayunar ya ha pensado en cinco cosas imposibles que hacer.

Con el cine últimamente tengo más suerte. Incendies me deja alucinada. Mi punto débil son las mujeres fuertes. Las mismas que pueden empuñar un arma y perdonar a su enemigo. Las que creen en algo y no se dejan gobernar. Stone también me gusta. Hay que echarle huevos y destreza para crear con un par de pincelas unos personajes tan miserables y jodidos. Sin demasiadas concesiones, que para las medias tintas ya tenemos la vida real.

Y ya puestos, he de reconocer que hace tiempo que no me leo un libro que me haga disfrutar. Me paso la vida en la blogosfera y de vez en cuando cae en mis manos algún artículo con el que calmo mi conciencia adiestrada en la idea de que sin una formación permanente no dejaré de ser una más del montón. Como esas personas que pasan a tu lado sin pena ni gloria y que solo dejan rastro en pobres desgraciados a los que engañan como se engañan a sí mismas. Saturadas de tanta hoquedad. Penosas. Cutres. Y engreídas, las muy imbéciles (rostros nítidos se dibujan en mi cabeza, como el de ella, la que ha estado a punto hoy de tumbar a un paciente porque se ha pasado con la dosis de tranquilizante. Con haberle escuchado dos minutos habría bastado. Ignorante).

(hoy me he pasado media mañana con un gatito que ha aparecido en el motor del coche de Cachi; he ido a gimnasia y las pulsaciones me la han vuelto a  jugar y yo le he dicho a Carmen, la profesora, para así conseguir creérmelo, que no pasa nada, que me lo voy a seguir currando hasta que lo consiga, que hay muchos marfanes que no la palman jóvenes y yo seré una de ellos; la muerte resulta menos amenazante cuando por fin logras creerte que eres tú quien dirige tu vida).

Buenas noches.

domingo, 1 de mayo de 2011

Algo me urge por dentro. Son los sueños dormidos. Es el deseo insaciable. El caos arrepentido.

Hoy es primer domingo de mayo. La voz de mi madre suena remota y cansada al otro lado del teléfono. Como de costumbre, nos intercambiamos un manojo de tópicos y lugares comunes inmunes a cualquier atisbo de emoción encontrada. No sé cuando se instaló la imposibilidad entre nosotras. Tampoco tengo certeza alguna de a quién corresponden las culpas. Ni siquiera podría afirmar con contundencia qué siento al respecto. Sólo intuyo un abismo en mi corazón. Un silencio detrás de las palabras. Un vacío que relleno con la rabia y los recuerdos que aún permanecen.

Estos últimos días he estado áspera. Inquieta. Disconforme. A veces me ocurre. Y me comporto como una niña malcriada. Y entonces me escudo en un millón de condiciones y exigencias para dejarme querer. Hasta que el ciclo se rompe y dejo de forzarme en dirección alguna. Y transito senderos donde no existe el miedo ni la desidia. Espacios reducidos donde mi conciencia es calma y es blanca.

(mi cabeza bulle y mi letra es torpe; querría quedarme solo con lo indispensable para explotar por dentro sin rebasarme)

lunes, 25 de abril de 2011

Tori Amos canta a mi lado. Casi susurra en mis oídos. Su voz es dulce e intensa. Es la voz que busco. Una melodía inofensiva que me ayude a pensarme. Que me deje escapar durante unos segundos de la hoja de ruta que llevo cosida a los ojos: si oculto el paisaje, me oculto yo.

Hace unos días tuve un extraño lapsus: tú y nosotros, le dije a Dani.
Ahora soy un poco los dos. Huyendo de la soledad infinita. Paseando cogidos de la mano junto al mar azul. Estrenando por fin el horno de la cocina rojo-fuego del salón verde y negro que acabó con una casa que olía a fecha de caducidad y chapuceo. Escuchando los cds que compré culposa en uno de mis arrebatos de chica consumista. Viendo una peli a primera hora de la mañana desparramados en el sillón. Besándonos antes de dormir como hacemos siempre. Escuchando a Tania hablar sin pausa de toda una vida construida de pedazos de otros, tan banal y tan apasionante como la de cualquiera.

Tú y nosotros cenando. Me cocinas porque sueles hacerlo y hoy lo haces porque tengo una contracción muscular y me duele. Y me haces sentir en casa mientras me cuidas. Me entregas una seguridad que es solo nuestra.

(hoy hablo casi una hora con Ana al teléfono; no la conozco; es médico de familia y escribe y tiene un programa de radio donde pincha blues y un día un tipo que salió de pronto de entre unos árboles le quiso vender un libro y terminó contándole su vida de esquizofrénico en su programa radiofónico; nos gustamos y me lanza una indirecta que me hace soñar; quizás colabore en su pequeño programa; quizás la radio sea un bonito lugar para)

martes, 19 de abril de 2011

J. me ha contado un secreto. Necesitaba vomitarlo y me ha elegido a mí. Me ha hecho prometerle que todo quedaría entre nosotros. Voy a ser la única persona que sepa por qué J. está destrozado. Porque si te pasan ese tipo de cosas, te rompes para siempre. No hay salida en el infierno. No vas a escapar nunca de tanta negrura, lo sé. Y seguirás, lo quieras o no, la senda violenta hasta volarte los sesos o destrozar al primer imbécil que se te cruce en el camino. O lo que es peor: seguirás vivo aguardando el momento del amor que jamás llegará.
( me suplicas en silencio que te quiera, derrotado y desdentado, hinchado y con un hilo de voz rota, pero ya sabes la respuesta a tus deseos torcidos, sabes que el final fue parte del principio)

El aire en el psiquiátrico empieza a hacerse irrespirable. Estoy jugando a muchos bandos sin cambiarme de disfraz. No puedo reprimir la náusea que me produce tanto fascismo. Y si la náusea explota, me tendré que marchar o le tendré que escupir en la cara a demasiada gente.

( por la tarde duermo como un lirón, me felicito por mi tenacidad y los pequeños progresos en el gimnasio y me dejo querer entre protestas y quejas tontas y todos los momentos del amor que J. hubiese querido presentir. Y que yo he dejado de esperar para abrazarlos, sin más )

lunes, 18 de abril de 2011

Hoy he conocido a Janet, una americana de unos 50 años, con la cara lavada, el pelo rubio alborotado y unos enormes ojos azules. Me ha hablado de su proyecto de arteterapia del que espero ser testigo excepcional. También me ha escrito un email poco después de nuestro encuentro diciéndome que le había gustado encontrar a alguien como yo. Sé a lo que se refiere. Soy una maniática de la desobediencia empeñada en ocupar siempre algún papel protagonista en las historias que me toca vivir.
- papá, yo no quiero ser la narradora, yo quiero ser un personaje, le inquiría al padre que perdería muy poco tiempo después, mientras juntos preparábamos una obra de teatro del cole.
- seño, ¿por qué no me elige a mí? protestaba Esther la niña el día que a la seño le tocó la extraña tarea de escoger al alumno más listo de la clase.
A día de hoy me siguen escandalizando cosas parecidas. Y me peleo con mis superiores y les pierdo el respeto porque no sólo estoy cargada de ideales. Es que además sigo creyéndome importante o quizás todo lo contrario, nunca se sabe.
Entre nuestros dos cuerpos yace el gato.
Unos centímetros nos separan mientras el gato, ajeno a cualquier distancia,  descansa arropado por nuestra piel y nuestro olor y el calor que todavía emanamos.
Y miramos la pantalla del televisor.
Nos esquivamos entre fotogramas en blanco y negro y una musiquillla atronante y unos personajes inverosímiles e inmaculados. Cine a raudales para una tarde de domingo que terminará con su mano entrelazada a la mía y mi sonrisa dándole esquinazo a mi obstinación.
Como cada noche, nos besamos apasionadamente.
Al cerrar los ojos me percato de todo Ahora sé que le quiero. Que hoy tampoco dormiré en condiciones. Ahora sé lo que me importa.

domingo, 17 de abril de 2011

Día gris de silencios. Duermo durante toda la mañana.
Hoy no tengo ganas de tener ganas de nada. Hoy me dejo abandonarme.
Mientras retumban en mi cabeza los reproches y el hastío, mi cuerpo va cediendo terreno a la nada de un sueño blanco, mudo.
Y del dolor presentido, del cansancio del que lleva demasiado tiempo en el mismo sitio, vuelve mi necesidad de recogimiento. Hundirme otra vez en las palabras. En la tibieza de un texto que se me resiste, que me seduce, que me dibuja una mueca única e íntima  de satisfacción de la buena.
A veces, echo de menos mi tristeza y me aterroriza dejar de sentirme. Otras, solo escapo con el piloto automático a todo volumen, para así no oírme demasiado.

jueves, 7 de octubre de 2010

Suena una bonita canción de Calexico y mientras tanto me acuerdo de él. Con su carita de viejo prematuro y sus ojos tristes. Incapaz de gobernarse. Me da miedo matarle. Me aterra matarme. Solo en la derrota y lo suficientemente lúcido como para no soportarse. Porque una vida de mierda no la sobrelleva cualquiera. Basta ya de tantos golpes gritó una soga en su cuello una mañana de lunes. Y nadie escuchó el crujir de sus huesos. Fractura final y una historia clínica menos en los estantes de cualquier planta de psiquiatría.

Y con su pérdida yo vuelvo. A la boca de un desierto que tanto echo de menos. A la aridez de la ausencia sentida. Al oasis de las palabras que brotan de mi garganta callada.

O quizás, no.

viernes, 2 de julio de 2010

Sophie

Me llamo Sophie y hoy podríamos decir que es mi cumpleaños. En realidad, no sé qué día vine a este mundo. Mamá no ha vuelto a hablar ni a moverse desde el mismo momento en que nací. Sin embargo, yo puedo escucharla a todas horas. Ése es mi calvario y mamá es mi penitencia. Porque ella no me eligió ni me deseó como otras madres desean a sus hijos.

He visto en sus sueños toda la violencia con la que fui engendrada. Ella, indefensa y aterrada con la vista clavada en su tarot desparramado por el suelo. Y en el reflejo de sus pupilas la carta de los enamorados vuelta del revés con la muerte a su lado. Y un no desgarrador e interminable con el que culminó mi concepción.

Pero hoy tengo mucho que celebrar. Al fin y al cabo aún sigo viva y he resistido, vaya que sí, a todo el odio de mamá y a su incesante martilleo en mi cabeza.
Sin olvidarnos del  maldito polvo del desierto que me ha acompañado allá donde fuera y de esta caravana hacia ninguna parte que ha sido mi existencia.

Las ferias son así y además, dónde podríamos ir a estas alturas, me han repetido una vida entera todos mis compañeros hasta grabarlo a fuego en mi desesperanza. Una pitonisa desparramada sobre un diván del que hace ya una eternidad decidió no levantarse y yo, la pobre y entregada Sophie, la voz y las manos que cada noche materializan sus premociones ante la avidez y la desesperación de todo un desfile de seres anónimos que jamás me importaron.

Podría ser peor, me dice mamá cuando tiene un día de los buenos. Liv y su madre bailan desnudas y dios sabe qué hacen después con todos los tipejos que acuden a sus pases.

La mujer barbuda, el niño tortuga, la chica langosta, el hombre alambre, no son mucho más felices que nosotras. Ben ni siquiera tiene un pobre lecho en el que descansar después de cada jornada. Y el patrón, al que jamás nadie ha visto, y que se ha pasado los últimos años inmóvil tras un telón, sin apenas aire que respirar encerrado en el camión verde.

Ni siquiera podríamos jurar que el patrón no sea más que una artimaña de Sam, el encargado de todo este tinglado, para hacernos obedecer sin rechistar con ese aura de misterio y destino que le confiere a nuestras vidas el ser guiados por un ente invisible y todopoderoso.

Aunque mamá no deja de decirme que el patrón es tan real como el cielo plomizo que nos ahoga y las horas de carretera que nos aguardan a cada amanecer. A veces, lo hace con tal insistencia que llevo ya mucho tiempo fantaseando con él, rezándole, hablándole a todas horas, como si fuera el dios en el que nunca creí o el ángel que ese dios impreciso ha creado para mí.

Ayer mismo hice acopio de todo mi valor y entré sigilosa en el camión verde, su guarida. Pensé que quizás el patrón podría darme alguna respuesta. El interior estaba muy oscuro pero pude intuir algo así como unas gruesas cortinas que partían el recinto en dos. Me acerqué despacio y susurré un hola tembloroso, diminuto. Quizás él pudiese liberarme. Acerqué mi mano a la enorme tela de terciopelo azul y de pronto, los gritos de mamá me hicieron retroceder. Pero ya estaba allí y tenía que continuar. Una mano de anciano, arrugada y casi muerta, me sujetó fuerte del brazo y entonces la vi. Era ella, era la mujer que un día fue, la joven risueña que en otro tiempo me hubiera podido querer.
Vete y no vuelvas nunca más. Me ordenó mamá desde otro tiempo.

O el patrón. O mi deseo.

Y así, con apenas unos dólares en el bolsillo eché a andar hacia otro lugar.

Cualquiera sería suficiente.

jueves, 24 de junio de 2010

En sólo un día todo el dolor se ha disuelto como una gota de agua que se zambulle en el mar. Estoy más cerca de poder saborear estas noches de verano. De perderme en su espesura con un libro entre las manos mientras los ecos del patio interior me arrullan. Y dejarme llevar por la ópera que se cuela por mi ventana todas las tardes mientras mi cabeza transita otros parajes. Y vencer el hastío y abrir de una vez los ojos sin ningún peso más sobre mis espaldas. Erguida y con paso firme. Así es como quiero avanzar. Ligera y confiada.

( Carnivale me ha hipnotizado como si fuera la sustancia perfecta que anhelaban mi sentidos )

( Su mano sobre la mía, presionándome fuerte, llamándome sin cruzarnos la mirada )
Me encanta volver a los malos hábitos de los viejos tiempos. Cuando casi todo se ha quedado ya vacío, cuando el brillo se ha hecho opaco, sólo la imaginación y las palabras y una vida inventada a golpe de teclas disonantes puede salvarme.
Por eso vuelvo a la carga. Para reiventarme sobre la marcha. Para pintar los recuerdos con trajes de un solo tejido: el que cubre mis entrañas.

Un gilipollas engominado me ha seccionado el menisco y me ha regalado una duda: no tendrías que haberte operado. Esta clase de tipejos arrogantes alimentan mis fantasías más perversas. Suerte que al final siempre me quedo en la buena chica.

Mi casa es un proyecto inconcluso. Sólo quería insonorizar mi habitación y al final voy a fulminarme todos los ahorros en una reconstrucción acelerada de espacios obsoletos. Lavarme la cara me habría salido más barato.

Tengo el deseo dormido, hace siglos que no descanso como dios manda y varios interrogantes me acechan como buitres.

Pero mañana podría ser diferente.

( mi deseo mudo grita, así lo siento)

( intento enmendar el pasado, como si a alguien le importase)

( es bonito tener a Lila aquí delante, ensimismada con la pantalla del ordenador, entregada a mis caricias)

martes, 18 de mayo de 2010

El error de papá

Papá era un hombre temido. Extremo, infeliz, ácido, maleducado. Dibujaba muy bien y no creía ni en dios ni en los curas. Imitaba a la perfección el canto de los pájaros y, veces, hablaba en poesía. Una mirada suya era suficiente para que te meases encima. Una palabra bastaba para sentirte importante.

Papá era un hombre serio, firme, duro. Pero también era tierno y me quería.

Papá fue una víctima de sí mismo. Lo descubrí estupefacta un día por casualidad mientras trajinaba en un viejo cajón de la habitación que él ya no ocupaba. En la autopsia decía etilismo crónico.

Más tarde supe que papá no sólo había sido alcohólico.

Mamá me confesó a regañadientes que papá también había roto un condón para dejarla embarazada y que no le abandonase.

Pero tuvo mala suerte porque mamá perdió al bebé y casi muere desangrada.

Poco tiempo después fue él el que terminó por dejarnos a nosotras, víctima esta vez de una jodida arteria que estalló sin avisar. Me duele el brazo me dijo preocupado mientras planchaba la ropa y yo le bombardeaba a preguntas sobre esto y aquello.

Y así fue como toda su profundidad y su rabia se esfumaron de mi vida dejándome a solas con una imagen difusa y partida de un padre al que seguiría preguntándole hasta el último final.

domingo, 9 de mayo de 2010

Futuro


Intento enfocar la imagen de un futuro que sea mío y me tiembla el pulso y la estampa se me escapa mientras mis pies quietos se niegan a obedecerme. Así, inmóvil y confundida, sólo consigo robarle al porvenir algunos colores difusos cargados de miedos y deseos en diferentes proporciones.

Futuro rosa soñado, perfecto e imposible tiempo de una vida libre de errores y vacía de todo lo innecesario.
Futuro ocre maldito, de arterias dilatadas que crujen y finales oscuros e incomprensibles.
Futuro azul celeste, dulce prolongación de los pasos que hoy me llevan de tu mano hacia un después seguro.

Y es que con el después es más fácil lidiar, me digo. Sólo tienes que sacar el boli del bolsillo y hacerte con un pedazo de papel en el que imprimir tus planes para mañana, inmersa y segura en mitad de un proceso concreto y asumible para mi cobarde y constreñida imaginación.

Pero el futuro está lejos y lejos significa fuera de mi alcance y lo que no puedo ver con claridad me asusta o me hace sospechar.

Quizás es que me falta fe o que simplemente así estoy bien.

Lejos de todo mañana.

miércoles, 28 de abril de 2010

Morir Joven

Quiero accionar la tecla de los aciertos que no pudieron ser entonces. Quiero hacerlo ahora porque por fin lo he comprendido. Ahora que es tarde para todo, aún me queda tiempo para lanzar el grito que no quise escucharme. Un grito de muerte y aniquilación absoluta. Un aullido que lleva dentro el dolor del crimen no cometido.
Quise morir joven y maté tan sólo al deseo oscuro. Y ahora, me rindo ante la losa de los años gastados, que, burlones, me han tomado la delantera tanto que ya no me pertenecen.
Lo supe todo y creí no saber nada…
Que ya no habrían más primeras veces, que el mundo entero sería a partir de entonces una estúpida repetición, un plagio mediocre de otros mundos extinguidos..
Que el terror al adiós definitivo asomaría entre mi cuerpo gastado hasta desgarrar toda esperanza, hasta cegarme los colores..
Que me asfixiaría entre un pasado anhelado y un futuro hueco alimentado de sobras y desperdicios..
Que menguarían los deseos y se dilatarían las culpas y los sinsabores..
Que un día dejaría de engañarme y ya no sería aquel buscador de sentido, aquel loco rastreador de respuestas a extrañas preguntas..
Que los excesos quedarían vetados para mi cuerpo marchitado y sin ellos el tedio se haría insoportable..
Que al final, la belleza y la verdad y la misma vida serían sólo una ficción que se derrumba cansada ante mi fatigada incredulidad..
Me hubiera pegado un tiro el mismo día que tus besos y aquella canción ya no me estremecieron
Y así hubiera dejado de morir todos los días..

lunes, 26 de abril de 2010

Huellas

Desanda lo andado y busca entre las huellas... Ésas fueron sus últimas y contundentes palabras, como si fuese tan fácil, no te jode. Gurú de poca monta, estúpido prepotente.. Estoy harta de su actitud críptica y enigmática. A lo mejor es que no se entera. No sería de extrañar que sólo fuese un farsante. De los que te cobran 100 pavos la hora, eso sí. Un farsante con suerte..
No soy una chica fácil. Él aún no lo sabe pero no lo soy. O él calla aguardando la catarsis final, el descubrimiento definitivo. Dice que yo tengo las respuestas. Claro que las tengo, joder. Pero con él me distraigo y hago casi literatura de lo que no son más que polvos de tres al cuarto, fugaces, sin sustancia, enormes y diminutos, qué coño importa..
Fácil, sucia y adicta al exceso. Lo sé, imbécil. Deja ya de mirarme así desde tu sillón desfasado. Oculto entre los vapores fluorescentes de tu lamparita de anticuario. Con esa carita de cortesía fingida, con ese interés que ni tú mismo te crees..
Coleccionista de lenguas y flujos anónimos, lo sé. Sin culpas que expiar ni purgatorios al final del túnel. Sólo otro cuerpo más y otro y otro.. Dulce vaivén sin destino, agrio balanceo sin final...
Desanda lo andado y sueña, me insinúas entre citas freudianas y esa manía de buscar un símbolo hasta en mis estornudos... Y yo sueño porque en el fondo sólo deseo obedecerte.
Dirías que un sueño así sólo puede esconder una verdad. Yo te diría que no esconde nada. Que la verdad es tan evidente que resulta casi ridícula, que es sólo un recuerdo infantil.. desnudo, grotesco y obvio, como yo misma..
Y sueño que somos niñas. A mí me ha tocado por sorteo de la puta naturaleza ser el patito feo. Un patito simpático, listo, descarado. Una patita ingenua y sin malicia, curiosa y llena de preguntas. Es verano y nos pasamos el día entero en la calle. Entonces los chicos se presentaban a las chicas. Nunca a la inversa. Subimos la cuesta que da al al kiosco de Martín y le vemos aparecer. Es el guaperas de turno y viene directo hacia nosotras. Risitas nerviosas, codazos, pellizcos y un incómodo calorcito que baña nuestras mejillas. Primero se acerca a ellas, a las hermanas, las que siempre ganan todas las competiciones de natación del barrio, robustas y hermosas . Se presenta, descarado y ufano, y cuando se les acerca para besarlas, ellas le extienden sus delicadas manos y le propinan un casto apretón. Son chicas guapas pero decentes. O quizás, precisamente por ser guapas no les queda otro remedio que ser decentes.
Me toca el turno, yo me acerco sin vacilar y antes de que mis labios empiezan a contraerse en una mueca de beso de niña, él ,ahora socarrón y altivo, me estrecha la mano y se da media vuelta.
No me besó el muy cabrón. Y yo ahora les beso a todos. Como si todos fueran él o algo por el estilo.
O eso pensaría mi psicoanalista si alguna vez le hablase de ello....

miércoles, 7 de abril de 2010

Tentación

¿Por qué no, Sabina? ¿Por qué no lo haces de una vez sin más?. Tampoco tengo demasiado que perder. Alba ya es mayor. Y hace siglos que estamos a años luz. O quizás nunca estuvimos cerca. Aunque las dos nos conformásemos con la apariencia, con el dulce espejismo simétrico de una madre y una hija cortadas por el maldito patrón de las buenas formas y la prudencia. Y a discretas no nos ganaba nadie. O a farsantes, como dice Rodrigo. Qué manía le ha entrado con repetir esa dichosa palabra.
Con Leonardo lo veo todo mucho más claro. A él ya no le debo nada. No desde el día que caí en la cuenta de que todo había sido un montaje de mi inconsciente. O de mi inconsciencia, quién sabe.
En realidad, nunca consigo aclararme con los motivos que me llevaron a entregarme en cuerpo y alma, sin cláusulas ni fronteras, a hacer todas las concesiones del mundo y a arrinconar cada uno de mis ideales, para compartir, qué digo compartir, para vender mi vida a aquel ególatra 20 años mayor que yo.
Y después de una eternidad, puedo ver con nitidez que lo que al principio no fue más que un deslumbramiento adolescente, ha terminado transformándose en un sombrío letargo, aderezado eso sí con las colonias más caras y la sonrisa más perfecta y estupenda . ¿No eres patética, Sabina?
Pero no es tarde. Podría desaparecer sigilosamente. A estas alturas a Leonardo no le sorprendería que le pidiese el divorcio. Sé que él tiene sus aventuras, que siempre las ha tenido y él sabe que yo lo sé. Y los dos sabemos que lo nuestro murió hace años. Que nuestro amor es sólo un remoto recuerdo desdibujado por las desilusiones y el desencanto.
Y quién me iba a echar en falta a mí...
Rodrigo lleva ya insistiéndome mucho tiempo. Sé que a mi lado es sólo un crío. Que el hecho de que ni siquiera nos hayamos visto lo hace todo más surrealista, más imposible, más idiota si cabe.
Pero me ha hecho volver a sentirme, me ha despertado el hambre por la intensidad que creí saciado a golpe de ayunos y sucedáneos.
Qué ridícula, por dios. Una mujer como yo, tan predecible, tan gris, tan cobarde.. en busca de no se sabe qué.
¿Qué buscas Sabina?

miércoles, 31 de marzo de 2010

Tras la pared

- Hola Lil - le dijo el muy hijo de puta, con la voz rasposa  y agrietada como un papel de lija que se pudre en la intemperie, y ese deje de macho dominante que me daba auténticas náuseas.
- Hola cariño - susurró ella sumisa, seguramente que con ojos clavados en el mugriento suelo y el miedo comiéndola por dentro.
- Vete desnudando nena, que en menos de una hora la gorda nos echará de aquí- la gorda era yo.. siempre me llamaba así el muy cabrón. Desde el primer día que nos cruzamos las miradas pude detectar el asco y el desprecio en sus enormes ojos saltones. Ya desde entonces sabía que Morgan iba a traerme problemas y que era mejor hacerme la tonta con él, igual que Lil, igual que todos los que querían mantenerse a salvo de aquel salvaje.
- Espera un momento.. los niños te mandan unos dibujos que han hecho en la escuela- murmulló Lil, mientras rebuscaba en su gastado bolso rojo y desplegaba las hojas, nerviosa y excitada, tal y como habrían hecho los niños si hubieran tenido la desgracia de conocer a quel tipo del que su madre de vez en cuando les contaba historias inventadas.
- Son buenos los jodidos dibujitos, díselo y diles que en cuanto salga de aquí los colgaremos todos en el porche, no, mejor diles que nos iremos lejos de esta maldita ciudad infectada de maricones y pervertidos..- siempre soltaba alguna joya de esta clase.. si escuchabas a  Morgan  podrías jurar que se sentía el tío más intachable e íntegro de este planeta.. el muy idiota nunca caería en la cuenta de que era un pobre fracasado y de que, para cuando sus huesos salieran de este lugar, ya no le quedaría apenas carne ni fuerzas con los que mantenerlos en pie.
- Me haces daño, cariño, ve más despacio..- le imploraba Lil entre sollozos y risitas temblorosas, como  todos los jueves de 4 a 5. Y con sus palabras se me estremecían hasta dolerme cada uno de los músculos de mi cansado y fofo cuerpo. Quería darle una patada a la puerta y acabar con todo aquello, quería salvarla como lo hacía cada noche en mis sueños, tomarla entre mis brazos y empaparme de su fragancia y su fragilidad y el tacto de su blanca piel.
- Uff, has estado estupenda, cielo- y bajo las rendijas de la puerta se colaba el olor del cigarrillo que Morgan siempre encendía como colofón a sus embestidas , ese sucio olor  mezclado con sudor y sexo y con las lágrimas que Lil nunca derramaba en su presencia pero sí en la mía, mientras le abría la taquilla donde guardaba las escasas pertenencias que le confiscábamos antes del bis a bis.
- Morgan , he de contarte algo - escuché nítidamente decir a Lil. Ahora su voz era otra, ella era otra y las palabras que seguirían no iban a ser las de siempre, estaba segura.
- Dime,dime.., pero no vuelvas con lo mismo de siempre, el poco dinero que tengo es para sobrevivir en este infierno y tu madre anda sobrada de pasta para manteneros a ti y a los críos.
- No, no es eso - la respiración se me cortó en aquel mismo instante, aquella vuelta de tuerca me pilló desprevenida, qué diablos querría decirle justo ahora, después de casi diez años de abnegación y tormentos.
- Venga, suéltalo ya..  ¿no te habrás vuelto a quedar preñada?
- Morgan...- y durante un espacio de tiempo que se me hizo eterno Lil permaneció callada. Por más que puse todo mi empeño y todos mis sentidos, sólo podía percibir un silencio impenetrable que me hacía presagiar lo peor.
- Por primera vez en mi vida he tomado una decisión, las cosas no pueden seguir así, yo.. ya no aguanto más.. hasta se me ha pasado por la cabeza acabar con los niños y suicidarme después, pero no sería justo, ¿qué culpa tienen ellos de haber sido concebidos por dos monstruos?
- Pero qué coño estás diciendo..¿ no habrás dejado de tomarte las pastillas que te recetó ese médico del seguro?- ahora la voz de Morgan había perdido firmeza, sonaba blanda y pequeña, y es que aunque Morgan fuese un retrasado integral, sabía que Lil hablaba en serio.
- Lo siento, de verdad que lo siento, siento no haberme largado antes, siento que no te achicharraras en la silla eléctrica, que nadie aquí dentro haya tenido las agallas suficientes para rebanarte el pescuezo- ahora sí que no podía creer lo que estaba escuchando, por momentos llegué a creer que Lil deliraba, que realmente había perdido el juicio o algo por el estilo.
- Estás jodidamente tarada..
- No, no lo estoy.. he estado pensando.. llevo haciéndolo ya muchos años, dándole inútiles vueltas a las ideas como las da una pobre rata en su ruedita, sin calibrar ninguna posibilidad de escapatoria, pero hoy, todo ha terminado, hoy la rueda ha dejado de girar para siempre y la puerta de la jaula está abierta, en realidad siempre lo ha estado aunque yo no lo supiera.
- Pero de qué estás hablando, has perdido la poca cabeza que te quedaba. ¿Qué vas a hacer, miserable?  Sabes que no serás capaz de dejarme, eres mía, muñeca y si te vas te buscaré y acabaré contigo.
- La visita ha terminado-  grité tras  la puerta e introduje rápidamente la llave en la cerradura rezando porque no fuese demasiado tarde.
- Estás muerta- fueron las últimas palabras de Morgan.

Y mientras a Lil se le dibujaba una casi imperceptible sonrisa en los labios, a mí se me partía el corazón en mil pedacitos, no volvería a verla. Nunca más.

martes, 23 de marzo de 2010

La idiota se nutre de lo que quiere creer. Deforma la realidad y siempre se queda con lo que le conviene. Malgasta el tiempo ensañándose mentalmente con personajes a los que detesta. Se balancea al ritmo de sus idiotas emociones. Actúa por inercia, es descuidada y no se cree lo que dice, menos aún lo que le cuentan. Le asquean sus propios ataques de verborrea estéril. Es impulsiva y apasionada hasta el más idiota ridículo.
La idiota ocupa una parcela de lo que soy. No sé si demasiado grande o grande a secas. La cuestión es que ahí está y yo no quiero que se vaya.

Hoy las extrasísitoles han vuelto a escena.  Y de su manita bien agarrado el jodido miedo a lo peor. Por lo demás, el día ha sido más bien anodino y relajado. N. me ha escrito una carta dulce y pueril, como ella, y Patricia me ha dicho cosas bonitas sobre mi trabajo.
Es hora de parar. O de leer, quizás.

El viaje

Esteban se despertó a la misma hora que el día anterior y a la misma que se despertaría hasta la fecha en que sus párpados echasen el cierre final.
Como era habitual en él encendió de forma mecánica el fuego de la minúscula cocina que presidía su rutinario mundo de 40 metros cuadrados.
Después de tragar de un solo sorbo aquel amargo café que ya nadie endulzaba con su compañía, Esteban no se quedó en casa el resto de la jornada escuchando los cantos desafinados y suplicantes de atención de Lola, su periquita.
 Hoy Esteban abrió, no sin aquel esfuerzo senil que ya había dejado de martirizarle, la puerta del viejo armario de la habitación de invitados y sacó la maleta de los viajes exóticos y soñados que nunca hizo y metió dentro unos calzones tan desgastados como sus huesos, un pañuelo y un bocadillo de sardinas de lata.
Más tarde un taxi le dejaría en la estación de trenes donde tomaría el talgo de las 10:10, exactamente el mismo que había cogido hace la friolera de veinte años para cambiarle las flores a todas las tumbas de su ya extinguida familia. Fue su forma de decirles adiós y de claudicar ante la insistencia de Montse, que no dejaba de repetirle que su miserable sueldo de cartero no les daba para esos lujos, que o dejaban de ir al pueblo todos los meses o la que le dejaba era ella.
Esteban sabía que a su mujer, rácana de naturaleza, lo que le impulsaba a huir para siempre de aquel lugar   no era en realidad la economía doméstica. La auténtica causa de aquella retirada sin marcha atrás era más bien otra. O para ser exactos, más bien otro. Montse seguía enamorada del Cojo, el dueño del bar de la plaza principal de aquel pueblito manchego, y sabía que si seguía viéndole todos los meses sus pasiones desbancarían todos los preceptos matrimoniales que regían su recta y aburrida existencia.
Pero hoy nada le impedía la vuelta, ni el miedo a perder a aquella belleza labriega de tetas imponentes, ni los cantos de falsa sirena de Lola, que lo retenían en su pequeño reino  de soledad y silencio.
Quizás aquel tren le cambiase lo que le quedaba de vida, quizás su viaje fuese un recorrido hacia atrás en el tiempo con el que enmendar los errores cometidos, se engañaba.
Cuando Esteban llegó a su destino se extrañó de no ver en el andén al viejo Mario. Ahora al jefe de estación le suplantaba una enorme y brillante máquina roja que incluso le daba las gracias a los viajeros por contar con sus servicios.
Lentamente, nuestro artrítico y abatido personaje, recorrió alucinado aquel extraño pueblo que ya no reconocían sus miopes ojos. El trayecto se le hizo eterno y aburrido; en la hora larga que le costó atravesar  toda la calle principal no se había cruzado con ninguna cara conocida. Por unos momentos hasta dudó de no haberse equivocado de pueblo.
Por fin llegó al bar del Cojo. Su letrero desconchado y la pizarra que anunciaba los mejores callos del mundo entero le tranquilizaron. Era allí, sí.
- buenos días
- buenos días, ¿que se le ofrece?
Durante unos segundos de desconcierto y ávida sopecha, aquellos dos hombres se miraron fijamente, escudriñándose y, mientras Esteban contenía la respiración, el Cojo gritó con voz pasmada :
- Montse, creo que tenemos visita ...

lunes, 22 de marzo de 2010

Hoy su corazoncito perruno ha dejado de latir. Hoy sus ojos, el azul y el marrón, se han cerrado para siempre. Hoy Nagor se ha marchado despacito, adormilado en mitad de un postoperatorio cargado de malas noticias:  invasión masiva de metástasis en un cuerpo desgastado ya por el paso inevitable e injusto de los años.
Y me duele el día que llegue a casa y él ya no esté. Ya no saldrá corriendo a recibirme entre gemidos y gruñidos de bienvenida. Ya no torcerá la cabecita al compás de una promesa canturreada: calle, comidita...
Y lo peor de todo es que Nagor quería a mi madre de una manera incondicional y ciega. Y mi madre necesita de su calor para frenar el proceso de congelación en el que ha sucumbido... otro golpe difícil de asumir para una mujer fragmentada y maltrecha que se va quedando cada vez más sola, más fría de otras pieles.

Ayer irrumpía en mi imaginación  la escena tantas veces repetida de nuestras visitas al hospital de la Concepción. El interminable pasillo que nos llevaba a las escaleras que conducían a la sala de oftalmología. Los techos infinitos, las paredes blancas y antiguas, el colofón esperado de una enorme tostada con mantequilla y mermelada en la cafetería. Mamá entonces era un ser absoluto e imprescindible. Yo una niña de 10 años.

Quizás mañana todo sea diferente. Quizás me cure de todos estos ataques estúpidos de nostalgia y desilusión y culpa.
Quizás un día deje de estar enfadada con la vida. Hoy sólo siento su pérdida, lejana e inocente.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Velatorio

- Apenas has cambiado desde la última vez... no te rías, hablo en serio, parece que fue ayer cuando saliste disparado huyendo no sé muy bien de qué..bueno, sí, sí lo sé, huías de algo terrible y huías de lo que hubiéramos querido huir todos. Aunque nosotros fuimos mucho más cobardes, mentíamos hasta cuando estábamos callados..¿por qué no dices nada?, dime algo Carmelo o empezaré a desvariar, como siempre..
- ¿ qué es exactamente lo que quieres qué te diga ?
- ya estamos, siempre con esa actitud , siempre escurriéndote entre unas pocas palabras ..j oder, sólo intento ser amable. Ahora que ellos ya no están no tienes por qué seguir odiándonos de esa forma.. quizás.. podríamos hablar de lo que pasó..
- habla si quieres..
- la cabeza no deja de darme vueltas estos días.. es irónico ¿no? sobreingesta medicamentosa.. yo creía que terminaría pudriéndose entre su propia hiel, que resistiría hasta el último aliento, que nos sobrepasaría a todos,  y resulta que el muy cabrón va y se mata el mismo día de su cumpleaños,...
- ah, no sabía que fuese su cumpleaños..
- ya.. mucho mejor así, yo también había olvidado muchas partes de la historia..los recuerdos son como los deseos, espacios vacíos donde reinventarnos.. este maldito dolor de cabeza me va a matar..
- ¿necesitas algo?
- tú siempre tan predispuesto a casi todo, no, déjalo, estoy bien.. te decía que de alguna extraña e incomprensible manera  me había llegado a convencer de su inocencia, ellos no tenían la culpa. Papá sólo estaba vencido por la pena y el alcohol, me repetia sin cesar,  y mamá..mamá, hacía lo que podía, no hubiera servido de nada que se enfrentase a él, habría perdido la batalla desde el principio, y marcharse, adónde hubiera ido con cuatro niños y una cabeza donde sólo cabían  la ignorancia y el miedo.. ¿estás llorando?. ¿ prefieres que pare ?
- no, Dalia, puedes seguir, no te preocupes..
- y.. necesito decírtelo de una vez,.. siempre sospechamos que contigo era diferente.. a ninguno se nos escapaban las heridas, los moretones.. pero te juro que no éramos capaces de plantearnos ni siquiera la posibilidad.. a nosotros jamás nos tocó, supongo que  no hacía falta, que llevábamos la sumisión grabada a fuego en los putos genes..
- voy a ir a por un café, estoy congelado.. ¿quieres que te traiga alguna cosa?
- espera Carmelo,  a la mierda con el café, a la mierda con todo.. te estoy intentando explicar que no lo sabíamos.. Ricardo y Ana tampoco lo supieron hasta que te marchaste y la policía se presentó en casa con el parte de lesiones.. no tuvimos la oportunidad de ayudarte, no nos dejaste..
-  deben de ser ya más de las dos de la madrugada, lo siento Dalia pero mañana tengo que llevar a las niñas a la piscina, se lo he prometido. Olvídate de todo y con mi parte de la herencia haz lo que te dije, creo que será mejor así..
- Carmelo, por dios, no me dejes así...
- no te dejo, sólo necesito descansar un poco, ya nos veremos..
- Carmelo..

viernes, 12 de marzo de 2010

Ha sido un golpe de realidad tan brutal que sólo puedo llegar a la conclusión de que la culpa es mía y sólo mía: ¿o es que no tenía ya demasiadas pistas como para no intuir la catástrofe hacia la que yo misma me estaba precipitando?
La sensación que me queda en mitad de toda esta historia es de asco y pena a partes iguales. Quizás sería mejor no pensar en ello, no oponerme al hecho irrevocable. Son necios, necios hasta el dolor y yo tengo que sumarme a su juego porque ellos tienen el poder.
El proyecto del blog del psiquiátrico se ha enmierdado y ha perdido su razón de ser. Queríamos luchar contra todas las atrocidades, contra la brutalidad imperante, el dogmatismo , y resulta que no nos van a dejar  y que, con nuestro empeño, hemos destapado las miserias de un entorno putrefacto que se sostiene a sí mismo por la inercia de la imbecilidad.
Esther, sigue trabajando como un animal, pero para mi satisfacción personal. Adiós a cualquier disidencia, a la poesía y al pensamiento libre y crítico. Y cuidadito, porque aquí mando yo y tú estás a mi servicio, eso que no se te olvide, "cielo".

Hoy , mientras se desarrollaba la reunión semanal de planta, pensaba en lo injusto que es todo.
Y es que no es justo que personas de una caladura moral e intelectual tan ínfima tengan el mando y la capacidad de decidir sobre otros seres humanos..
No es justo que T. y N. se hayan enamorado y se haya dado la orden explícita de que si este fin de semana T., que estará fuera de esta cárcel, llama a N., no sólo no se pasará su llamada, sino que se negará que T. ha llamado a N., en el caso de que N. pregunte.
No es justo que cuando el jueves salía por la puerta ( salía la última de todos, como es habitual ) me encontrase sedado y suplicante a O. porque se había intentado suicidar la noche anterior y necesitaba desesperadamente que alguien le protegiese de sí mismo ( por favor, meterme aquí dentro o me mato esta noche ), y que nadie antes de mí se hubiese dignado a pararse, escucharle y llamar a una ambulancia.
No lo es que nunca, jamás, se tomen ninguna medidad frente a todos los abusos sistemáticos que se cometen en este centro y que, frente a la actuación de dos personas que deciden abrir un huequito para que entre un poco de aire, se despliegue este ejército absurdo de opresión y sinrazón.

El mundo está jodido y yo soy una imbécil por empeñarme en cambiarlo.
Y lo peor es que tanta estupidez e ignorancia me parten el corazón.

( escrito desde mi lado idiota, el mismo que en otros momentos me alegra la existencia )

jueves, 11 de marzo de 2010

Él

Todavía no he descubierto de qué me escondo, lo que es seguro es que me he agotado de tanta inercia y tanta impostura. Tampoco cargo ya con certeza alguna o eso al menos me repito cada vez que tuerzo a  paso lento las esquinas del dogma y reniego de toda  necesidad de ser comprendido.
En mi soledad se han colado un millón de rayos de sol que besan mi cara sin pedirme nada a cambio, sin someterme a su embrujo con promesas de un después.
Antes cayeron las máscaras engañosas que le daban a mi rostro la textura firme y sólida de los que pueden ir  por el mundo con su cabeza  bien alta.
Pero yo prefiero estar agachado,  agazapado en la soledad invisible de mi imaginación y mis sentidos.  Abrazado por las palabras y los sonidos sin dueño y el mundo entero congelado  en una imagen que fascina mi mirada.
Lo grande hoy es sólo este instante y es grande porque yo lo hago crecer mientras me quedo quieto y lo saboreo al ritmo asimétrico de las notas desafinadas que se pierden en la nada.
El viaje ha comenzado, deplegué las alas para volar a un destino blanco que no existe y estallaron por fin los colores que mis ojos no habían alcanzado a contemplar. El azul de un pedazo de cielo en la noche, la tersura ocre de tus arrugas cansadas, el dulce timbre rosado de su voz escandalosa.
Me he dejado seducir por las inutilidades, contaminar por el desorden, atrapar por la soledad, desengañar de todas  las verdades y he soñado con la liberación definitiva, que es a lo único que puedo aspirar.

jueves, 4 de marzo de 2010

Quisiera decir que vuelvo para siempre, que voy a quedarme, que puedo hacerle frente a la soledad y a las contradicciones sin claudicar ni esconderme en las blandas concesiones que lo hacen todo más fácil.
Casi todo me resulta mediocre hasta el vómito. Una jodida impostura que tienes que tragarte hasta el último pedacito.
Mi vida se ha reducido a una combinación tragicómica y aleatoria de papeles de segunda en manos de una pobre actriz de tercera: ésa soy yo.

He cenado demasiado y Nick Cave no ayuda a nada. O quizás es sólo que hoy por fin estoy tranquila. Lo suficiente para desatarme el primer nudito de la soga.

Bienvenida de nuevo a la boca de desierto. No hace falta que me leas.

lunes, 18 de enero de 2010

Noche de Noviembre

Era viernes por la noche y como todos los viernes de los últimos tres, o quizás, cuatro, últimos años, tocaba explotar y perderse buscando intensidades, dándole la espalda en actitud kamikaze a cualquier atisbo de sentido común, que de eso ya andaba sobrado el resto de la semana.
Aquella noche aterrizamos en el bar de siempre, el de los baños eternamente encharcados y la minúscula pista abarrotada de cuerpos jadeantes cegados por la mejor música y por los litros de cerveza y calimocho que volaban de mano en mano.
Primero fueron unas caladas a un porro de maría que una desconocida me pasó de forma mecánica, casi sin mirarme a la cara, y después, antes siquiera de haber dicho un "sí, quiero", ya tenía aquel papel estúpido y reseco chocando contra mi lengua.
Seguimos la ruta habitual y yo ya empezaba a sentirme raro. Todavía no encontraba una definición para lo que me estaba pasando, pero mi percepción se estaba alterando y una ligera inquietud comenzaba a posarse sobre mi ánimo trastocado.
Fue en mitad de la oscuridad fluorescente del segundo garito cuando Laura, la chica excesiva e inocente a partes iguales, que terminaría siendo mi mujer, me dijo con su dulce sonrisa y sus enormes ojos cargados de rimmel clavándose en los míos, que acabábamos de meternos algo potente: un tripy de dooooble goootaaa....
Zas! Fue justo cuando Laura acabó su frase densa y pegajosa, cuando mi mente resbaló y cayó en un espacio macabro. Mi cabeza había dejado de ser un territorio conocido y el exterior era un lugar aún más extraño e inabarcable.
Salí aprisa a la calle. Quería escapar de mí, de aquella noche copia deforme de otras noches, de aquella neblina pálida de aquel Noviembre maldito.
No me podía estar pasando esto a mí.
- ¿ qué coño te pasa, tío?
No sabía qué decirla porque en realidad yo ya no era yo y ella, dios, ella era una figura distorsionada y monstruosa a la que no me atrevía a mirar.
Subimos la calle. Yo andaba a toda prisa sin volver la vista atrás, aterrado por todo lo que iban captando mis sentidos. Los edificios se inclinaban hasta casi tocarse unos con otros, una distancia infinita me separaba de todo lo que me rodeaba, los objetos pesaban como toneladas de metal y el flujo de mis pensamientos se había transformado en un código robótico y ajeno.
Pensé en el grito de Munch, en aquel cuadro que ahora entendía a la perfección, en un mundo ondulante y lisérgico, en que sería capaz de cualquier cosa por salir de aquella jodida pesadilla, lo que fuese.
Esto es lo peor que me ha pasado jamás.
Quién soy ahora, me preguntaba una y otra vez. Y es que lo que hasta hace unos momentos había sentido como mi identidad se estaba diluyendo de manera fulminante. Lo peor era sentir la posibilidad de que todo esto fuese irreversible. Quizás a partir del siguiente segundo no habría marcha atrás, quizás había traspasado una frontera que quedaría sellada para toda la eternidad.
Joder, joder, esto no puede estar pasando, me repetía desesperado, con el miedo ensañándose conmigo, su jodida víctima por error.
El pánico me iba ganando la partida a pasos de gigante. Cada vez las sensaciones eran más insoportables, más incisivas. La realidad se me escurría, difuminándose al borde de un abismo al que, imbécil de mí, yo mismo me había lanzado.
Me estaba perdiendo en un laberinto oscuro y cruel, y me iba a quedar solo para siempre, enjaulado en un yo hecho añicos, a años luz de lo que un día fui, de lo que hubiera podido ser.
- tócame , háblame de mí, no pares, le suplicaba a Laura, mientras me agarraba como un naúfrago a la deriva a sus palabras o al tacto de su piel o a una canción que se escapaba de la puerta de un bar y que mi yo en extinción reconocía como otra pieza de anclaje a mi antigua realidad.
Andamos durante horas, abrazándonos con la deseperación de los finales no elegidos, hasta que mis enormes pupilas dilatadas se fueron encogiendo y el aire frío de la noche fue entrando en mis pulmones.
Creo que volví de aquel fatídico viaje, aunque no estoy seguro de haber vuelto a ser el mismo desde entonces.
No dejo de preguntarme qué habría sido de mí si me hubiera saltado aquella noche de Noviembre.

jueves, 14 de enero de 2010

(Hacia donde vas. Mientras caminas lenta por la arena mojada y te empachas de sonidos que articulas desganada. Al levantar la cabeza y esforzarte por mirar arriba, más allá del concepto intruso que oscurece lo invisible. El océano sin fin de lo sentido se ha vertido en un compartimento estanco con código de barras y ticket, por si acaso, necesitas cambiarlo. Darle la vuelta a la mentira es mucho más fácil que quedarte sin nada)

(Todos los días me ocurren cosas. Demasiadas. Tantas que no hay tiempo para escribirlas. Para pensarlas. Tantas que hoy sólo sería capaz de mandarte un telegrama o dejarte un possit en la nevera. Un te quiero sería más que suficiente)

( Me gusta la sonrisa y la manera de estar de una mujer de la que ni siquiera recuerdo el nombre. Ella me toca y me mira como si pudiera entrar en mí y eso me hace sentir pequeña y feliz. Últimamente me esfuerzo en casi todo porque hago las cosas que quiero hacer. Estoy, sigo, a 3 milímetros de la catástrofe. El último tac es un motivo más para estrujar los segundos que aún me quedan por delante)

( Siento miedo aquí subida. Casi todo es perfecto y la vista es como un abrazo de todo lo que un día perdí)

miércoles, 6 de enero de 2010

Paseamos por el paisaje volcánico de Malpaís y nos impregnamos de la brisa marina y respiramos el potente olor a salitre. Hace calor y apenas nos cruzamos con un par de excursionistas y un tipo extraño que, de lejos, se nos antoja un salvaje o un delincuente.
Después comemos en la cofradía de pescadores y le alegramos el día a un gatito de motas marrones y ojos verdes que devora varios trozos de pulpo y de calamar que le lanzo al suelo.
Una parada en casa de Sonia para no caer en las garras de una siesta que después por la noche pasará factura y cierre del día en el sillón deshilachado a golpe de zarpazos gatunos, mientras vemos una peli y otro capítulo de miénteme y yo lucho desesperadamente contra mis párpados que se empeñan en cerrarse, en caer, en raptarme...
Ya me está pasando otra vez.

lunes, 4 de enero de 2010

Anoche tardé en dormirme cinco siglos por lo menos y esta mañana la mezcla de sueño, mocos y cuelgue absoluto, me las ha hecho pasar realmente putas en el curro.
Para complicarme un poco más la existencia han aparecido por el hospital dos estudiantes de psicología y tres de enfermería, con lo que, sumados a los veintitantos pacientes de la planta, hoy habré hecho el ridículo ante casi treinta personas con sus respectivos sesenta ojos testigos de mi desvarío. Casi nada.
Espero poder reparar mi dignidad con una sobredosis de descanso y algún ataque de ingenio y concentración que me ayude a deshechar la posibilidad de un Alzheimer inminente, ante mí y ante los sesenta ojos, claro.

Por suerte la tarde me ha sorprendido con una siesta curalotodo, un paseito de la mano de mi chico y una peli de zombies y rockandroll.

( pienso en mi necesidad de un sexto sentido que me ayude a valorar y a aceptar sin más lo que captan mis otros cinco, y un séptimo que borre de un zarpazo toda la información sobrante que me daña, da igual que no sea cierta..)

domingo, 3 de enero de 2010

Mi sitio

Si de algún lugar puedo decir que es mi sitio, mío y sólo mío, ese lugar es mi habitación.
En realidad debería de utilizar el plural, porque dos han sido las habitaciones que, al menos, quedan en mi memoria.

La primera murió arrasada por la barbarie de un alquiler de tres al cuarto. La culpa la tuvo la desidia de mi madre, que como no echaba en falta la suma mensual en sus cuentas, no quiso percatarse del destrozo al que mi casa estaba siendo reducida.
De eso nos dimos cuenta en nuestro último viaje a Madrid, hace apenas dos meses. La casa se había quedado vacía porque detrás de la crisis vienen este tipo de cosas, y aprovechando que había que echar un vistazo antes de volver a colgar el cartel de se alquila, fuimos a reencontrarnos con un pasado al que echábamos en falta después de 8 años veloces sin pisar aquel parquet de tonos marrones que había visto crecer con dulzura el tamaño de las suelas de nuestros zapatos.
Nos encontramos ante un espacio que ya no era el nuestro. Sucio, maltratado, corrompido, violado por otra gente que yo imaginaba en aquellos instantes como monstruos insensibles de diez cabezas devoradoras de mis recuerdos más preciados.
Y entre aquella cochambre estaba la que fue mi habitación. La misma que dejé entre lágrimas hace ya tanto mientras descolgaba los últimos pósters de mis paredes amarillas. Recuerdo que fue precisamente en ese momento cuando rompí a llorar, sí, entre chinchetas y restos de pintura desconchada fue donde tomé plena consciencia de que el tiempo es un jodido traidor que te seduce pero que nunca vuelve.

Mi otra habitación es el lugar donde ahora duermo, donde me desvelo, donde hago el amor y donde sueño.
Todavía cuelgan en mis paredes, ahora moradas, restos de mi primer refugio: el dibujo que Pedro me mandó desde la cárcel , el póster de Kurt Cobain que Sonia me trajo de Londres, las entradas de los conciertos de aquellos años sucios e intensos.
Y se confuden, entre los restos de mi pasado, los restos de mi presente: las fotos en los corchos de personas y animales que quiero, el calendario que Dani me trajo de Roma cuando todavía no sabíamos que nuestro tiempo iba a ser un proyecto a medias, apuntes y cuadernos, kilos de ropa, botes de colonia, joyeros y abalorios que apenas utilizo.
Y todavía sigo sintiendo mi habitación como un espacio propio, individual, difícil de compartir.
Un reflejo y una copia exacta de todas mis imprecisiones.
Por fin he recuperado todo el sueño que me faltaba. Y parte de la culpa la ha tenido un soberano constipado que agarré, si las cuentas no me fallan, allá por el martes, regresando de la playa. También he notado un movimiento interno de reajuste neuroquímico que me ha serenado las emociones y ha fulminado, o casi, la nube de dispersión y melancolía que me venía persiguiendo como una sombra entrometida y a la que quizás invité, de tanto imaginármela.

En fin, que ya comienza el 2010 y a mí lo que realmente me importa es que los resultados del tac me dejen más margen para hacer todo lo que aún me queda.
Para serenarme y para revolverme, para emocionarme como una cría y para amar mi reflejo en tus pupilas, mi imagen imaginada en tu imaginación y en la mía.

sábado, 2 de enero de 2010

Puede ser un buen principio: una cancioncita de Collective Soul al despertar antes de salir a la calle a que me dé el sol de un Enero vestido de isla y de agua del mar.
Puede ser que estos últimos días me haya dejado arrastrar por una fuerza sin ímpetu ni dirección, por un sentimiento ocre de rendición ante el enemigo de adentro.
Descreída de mis posibilidades, ajena a las luces del cielo sin final, enroscada en un miedo que vive conmigo, con el que sólo me queda pactar alguna clase de tregua.

Y es que después de todos mis logros no sé qué vendrá después.
Y es que me muero por sentir y esa urgencia me tiene atrapada en un agujero de negaciones.
Y es que echo de menos a personas que se han ido para siempre y a otras a las que no sé si podré querer alguna vez.

Pero la melodía va a seguir sonando. Desafinada o entonada, da igual.
Que suene y que me lleve con ella.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Me entristecen las cosas buenas. Porque pasan y no permanecen. Porque un día ya no estarán.
Me entristece que me quieran y que mis ojos se hayan acostumbrado tanto al paisaje, siempre el mismo mientras cambia.
Me entristece no poderme contagiar del alboroto de la calle, no creer en nada inmune al zarpazo del cinismo.
La realidad impostora es un espejo mágico y endiablado que me ciega y me deforma.
Mis convicciones son como barquitos de papel lanzados al mar embravecido.

( escucho a Mogwai sin calibrar demasiado mis palabras, Dani se levanta a beber agua y me da un último beso de buenas noches, tengo una sensación extraña desde hace días instalada en el estómago o en algún lugar cercano, me apetece dormir hasta no poder más y despertarme con mi cabeza recién pintada, de rosa a ser posible )
Ya está anocheciendo en Abades y la playa se ha quedado vacía. La luna llena se asoma entre las nubes alumbrando a las olas perezosas a punto de irse a dormir ya.
Nos despedimos de N. y J. deprisa, como si mañana nos fuéramos a volver a ver. Hace unos años las despedidas eran otra cosa. Solíamos llorar o tragarnos el llanto a duras penas. Hoy sólo queda el amago de una pena menos intensa y más extensa en el tiempo.
Antes éramos notas estridentes , ahora un do apagado que nunca acaba.

(esta noche tampoco he dormido bien, son los ruidos, los nervios, este desasosiego de rostro enmascarado que me pisa los talones y que se esfuma cuando le intento dar caza para así desarmarlo y hacerlo desaparecer; en la radio suena una canción triste de radiohead: you are all I need....; hoy hasta se me ha olvidado abrir la persiana del despacho, hoy quisiera que fuese ya mañana)

lunes, 28 de diciembre de 2009

No me gusta la navidad.
Puedo respetar esa manía de la gente de poner guirnaldas por todos lados y colocar papás noeles rampantes en sus terrazas destelleantes.
Puedo entender esa euforia fugaz que sacude los corazones pétreos, esa bondad empaquetada con lacitos dorados que ansía repartirse entre cuantos más destinatarios mejor, esos millones de mensajes, todos iguales, que colapsan la red telefónica de señales idénticas y blandengues, los ataques de compra compulsiva , la confusión entre el amor y los objetos, los deseos que se desean por decreto del mercado, los empachos y las resacas, los villancicos desafinados que por cojones tienes que oir..
Puedo sobrevivir a toda esta mierda.
Pero que nadie me pida que me guste.

( La vida es extraña. Cuando menos te lo esperas, de pronto algo tiembla de forma tenue y en unos segundos todo se viene abajo. Y te culpas y te reprochas y te sientes sucia de ti misma. Por suerte estoy preparada para la reconstrucción. Empecemos otra vez y todas las veces que seguirán viniendo).

( Mis días son más felices con las risas de Diego y de Clara, el aire frío colándose por la rendija de la ventanilla del coche, directo a mi cara, las algas del mar rozándome la planta de los pies, el off de mis pensamientos atropellados y circulares, la respiración de Dani aquí a mi lado, mientras duerme, el enorme, infinito amor que Sonia me da..)

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Se me cierran los ojos ya. Quisiera contar muchas cosas. Hablar del calor que hace estos días, de las calles tranquilas de santa cruz o de cualquier otra cosa pequeña y agradable. Pero las ideas se me escapan antes siquiera de empezar a pensarlas.
Mañana es nochebuena. Estrenaré un vestidito de lana morado y Dani pinchará con la mesa de mezclas que le he regalado.
Lo mejor de todo es que no me sentiré culpable ni querré huir a ninguna parte.
Lo mejor de todo es que todavía me queda cierta esperanza.

martes, 22 de diciembre de 2009

Hoy se hará un brindis en el hospital por eso del año que acaba. Hace siglos me hubiera repensado seriamente la posibilidad de asomarme por allí, pero hoy voy directa, expectante, a ver que se cuece entre las bandejas de canapés perfectamente alineados y los vasos de plástico para la coca cola y el seven up.
Alguien hasta se ha molestado en poner la radio: los 40 principales, nada más y nada menos.
Primero me saluda un tipo que llevaba sin dirigirme la palabra dos años. No exagero. Pero desde que he sacado la plaza ese pirado ha cambiado de estrategia. Le sigo el juego alucinada.
Después miss corte inglés me habla de la importancia de ir adecuadamente bien vestido al trabajo. ¿Será una indirecta?. Yo le digo que lo que a mí me importa es la comodidad, sentirme más o menos a gusto con lo que me tapa la piel. Que yo vistiendo, por ejemplo, como ella, me vería rara. Claro, claro, no es cuestión de disfrazarse, me suelta.
Charlo un ratito con María, una residente de psiquiatría con cara de dibujo manga, simpática y muy agradable. También me trago una chapa de una trabajadora social parlanchina y pizpireta.
Me lo estoy pasando hasta bien.
Pero lo mejor está al llegar cuando miss galerías preciados saca su cámarita rosa y el pirado se pone a echarnos fotos en plan grupete feliz.
De verdad, que me cuentan esto ayer y no me lo creo.

( hoy me he saltado las clases porque me noto cansada, a veces intento buscarles algo bueno a todos, incluidos miss carrefour y el pirado, y una parte ingenua de mí, se la encuentra y me tacha de bruta y egocéntrica, la pierna no me responde, mi madre nos va a mandar pasta y algo más por navidades, qué triste, O. me ha dicho que lo que yo hago por ellos no se paga con dinero, ya no amo con miedo y empiezo a tener la actitud confiada de quien está acostumbrada a que la quieran.. final del día)

lunes, 21 de diciembre de 2009

He hecho un blog del lugar donde trabajo: un hospital psiquiátrico de ambiente rancio y aires manicomiales. Para hacerlo primero me he tenido que buscar un aliado. Alguien con cierto poder que saque la cara por mí cuando se me echen encima. Y lo he conseguido. Después sólo ha sido cuestión de dejarme llevar por esta cabeza acelerada cargada de ideas y objetivos y entradas y enlaces y números de teléfono y contactos varios. Tampoco ha sido difícil implicar a los pacientes. Están sedientos de actividad y de ideas a pesar de la camisa de fuerza química que los oprime y del robo diario de dignidad a que están expuestos.
Entre mis compañeros no ha habido frases de ánimo ni frases de nada. Que conste que fui uno por uno contándoles lo que iba a hacer, que incluso les di una hojita con la dirección del blog, animándoles a participar. Sin embargo, y a pesar de su silencio y sus caras vueltas hacia otro lado, no puedo evitar verles fisgoneando la página, entrando y saliendo a toda prisa por si son cogidos in fraganti, saboreando el gustillo del vouyer que mira sin ser visto.
A mí, toda esta avalancha de olvido y descrédito me hace pensar que no lo estaré haciendo tan mal. Si no encajo en este puto sistema, es que voy por buen camino.

(día de prisas, algo ha accionado el acelerador dentro y no puedo pararlo, uno de los ingresos nuevos habla un español con acento inglés tan afectado que no puedo evitar ver a los morancos cada vez que abre la boca,casi no me ha dolido la rodilla, apenas duermo la siesta, picasso me persigue como un poseso, estoy engordando, cada vez que pienso en Dani me doy más cuenta de todo lo que ha madurado la relación, de todo lo que he cambiado yo y de lo bien que me siento así, la tarde la paso en el centro con Sonia y María, llueve un rato pero no deja de hacer calor, un taxi de vuelta a casa y cosquillitas en las orejas )

domingo, 20 de diciembre de 2009

El cine está a rebosar aunque durante las dos horas y media que dura la peli, extrañamente, no se oyen los ruidos característicos que me hacen salir espantada de las grandes salas multitodo: ni risitas inoportunas ni comentarios estúpidos. Y de verdad, que nunca había visto a tantas personas juntas viendo una película al mismo tiempo.
Yo, termino llorando como de costumbre y cuando se encienden las luces no me molesto en disimularlo, no es necesario, aunque eso sí, me controlo las ganas de dejarme llevar por un enorme y dulce berrinche. Hasta ahí podríamos llegar.
Quizás se me ha mezclado entre las secuencias en 3d de Avatar el miedo que estoy sintiendo desde hace unos días. La rodilla no me deja de doler y una doctora ya ha pronunciado la palabra artrosis. Además, los resultados del último tac también están al caer. El sí o el no a una operación de la que podría no volver depende de unos numeritos a los que antes o después tendré que enfrentarme.
Y yo no quiero que nada se estropee. Justo ahora, no quiero.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Supongo que en esto de la transparencia y la honestidad hay grados, como en todo. Y que ser tal como uno en realidad es, decir lo que se piensa, es como querer verse desde los ojos del otro, un imposible.
Incluso, me pregunto si en realidad sabemos lo que somos, qué pensamientos son verdaderos en su totalidad y cuáles no son más que morralla para hacer bulto.
Demasiada contaminación ambiental en forma de expectativas ajenas y castraciones varias. Demasiado ruido de fondo en nuestra cabeza y demasiadas restricciones impuestas por ese tirano oculto que hemos confundido con la sensatez.

Es sábado por la noche y acabo de escuchar la voz de Dani al otro lado del teléfono. Tiene una voz vibrante y dulce, de niño revoltoso y feliz, que sonríe entre las sílabas que tanto le cuesta pronunciar.
Esta noche estaremos separados por unas horas. La distancia suficiente para hacer más gozosa su vuelta.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Estoy en mi despacho con J., M., C., G. y dos estudiantes de enfermería.
Una de ellas no deja de bostezar y de mirar el reloj. Tiene los ojos de un azul transparente y una coleta que le hace juego con su cara aniñada. La otra parece más interesada. No bosteza ni una sola vez y responde a mis preguntas concentrada, como si realmente le importasen.
Los demás están algo adormilados porque acaban de comer y de tomarse la medicación. Aún así no despegan la mirada de la pantalla del ordenador mientras, poco a poco, se van contagiando de un entusiamo contenido que no consigo disimular del todo.

Hoy M. está triste. Ya ha empezado a llorar por las noches y me ha confesado que no aguanta más, que se quiere ir. Desde que ingresó habrá engordado unos mil kilos y los neurolépticos la tienen abotargada, sumida en un sueño torpe y gordinflón.
Lo peor de todo es la forma en que habla a su doctora. Como si fuera un perrito, ya lo sé Esther, pero es el papel que ella me ha dado y además, es el único modo que tengo de conseguir dos horas de permiso semanales.
Tiene razón. Somos los demás los que les concedemos o no cierta dignidad. Y hay profesionales que necesitan sentir como el paciente se arrastra y se humilla. Que disfrutan de ese aleatorio poder y hacen un uso vil del mismo. Terapia del desprecio y la prepotencia. En fin.

La hora se pasa rápido. Ya tenemos el diseño del blog del psiquiátrico. Se les va a oir y quizás, se les va a querer. O con esas idioteces sueño.

Después hablo con Paco para que mañana me traiga todo el material del taller de pintura escaneado. Se me ha hecho tarde y termino llegando a casa casi a las cuatro. Me gusta salir tarde del trabajo. Liberarme del piloto automático de las jodidas prisas aunque sólo sea por un momento.

Una siesta inmensa de esas que no se despiertan ni con una bomba. Unas risas en casa de Sonia mientras escogemos papelito para el amigo invisible, una sopita caliente y sweet sixteen para finalizar el día.

En el sofá pienso en la suerte mientras Lila se revuelve sobre mi tripa.

domingo, 13 de diciembre de 2009

No sé hasta qué punto nos hemos vetado la posibilidad de disentir, de estar en desacuerdo con lo establecido, de sucumbir en la más absoluta improcedencia, sin que caiga sobre nosotros esa difusa sensación de culpa e inadecuació, ese afilado látigo de remordimientos y desazón que nos enturbia el aire y nos oprime los pulmones.
La censura se ha fundido entre nuestras células sin que medie nuestro consentimiento.
¿Y por qué no?, me pregunto.
Por qué coño no nos lo permitimos. Dejarle la vía libre a la verdad. Vivir de la forma que deseamos vivir. Apagarnos o encendernos sin miedo a que el interruptor nos queme los dedos. Arrastranos hacia la dirección que persigue nuestra mirada y no darle la espalda a ese deseo que duerme inquieto, escondido entre las buenas formas. Las insignificantes formas, compartidas y consensuadas por el resto, que al fin y al cabo, a nosotros, nos la sudan.

No hay razón para decir esto ni para decir nada. No hay sentido ni hay historia. Sólo un grito ingenuo e inútil. Me gusta la inutilidad.

( Estos días he sido especialmente feliz. Dani no me juzga ni me pide cuentas ni se pierde en cuestiones inútiles. Y eso, equilibra la balanza. Además estoy ilusionada, tengo un sueño que empieza a tomar forma, un proyecto en el que perder todo el tiempo del mundo.
He llegado a un punto en mi vida de cierto vértigo. Estoy manteniendo por fin cierto equilibrio en las alturas y la caída, parece que no llega nunca).

martes, 8 de diciembre de 2009

No puede decirse que sea ninguna erudita. Apenas he profundizado demasiado en la doctrina existencialista.
Unas cuantas frases sueltas, El extranjero de Camus y lo que me tocó empollarme en el colegio (sí, fui al colegio hasta los 18, a uno privado de niños pijos con ropa de marca y gente corrriente con ropa falsificada y unos padres que se dejaban los cuernos para que sus hijos recibieran una buena educación mientras se les caían a trozos los cocodrilos desgastados de sus camisetas de mercadillo).
La cuestión es que mi doctrina filosófica, si se me permite llamarla así, es existencialismo en estado puro. Probablemente que no emplee los términos adecuados, que patine en mis planteamientos y me enrede en un millón de contradicciones. Pero es que no puedo evitarlo.
Veo al ser humano, diminuto y expectante, en el principio de un interminable pasillo cargado de luz y nada más que luz, blanquecina y opaca al mismo tiempo. Está solo y no tiene más remedio que echar a andar en busca de una salida que sólo existe en su imaginación. Lo que haga mientras dure la luz es cosa suya. Sin pistas ni certezas . Sólo y exclusivamente lo que sus decisiones, sus actos, su empeño y sus fracasos sean capaz de hacerle creer.
Que venga alguien y me diga que esto no es existecialismo.

(Puente oscilante de claroscuros. Las palabras me ahogan, invisibles y paralizadas en algún trayecto secreto de mis cuerdas vocales. El corazón enlentece su paso. Apenas sé lo que siento o lo que debería de sentir. Podría hablar o callar. Podría pedir limosna o despilfarrar todas mis riquezas. Pero seguramente que en cualquier caso, estaría equivocada.
Además subí y bajé el barranco, como le prometí un día al cielo, me tosté en la arena negra de una playa interrumpida sólo por algún que otro perro entrometido, terminé por fin el lamento del perezoso, diciéndole adiós al señor whittaker y a ese último fragmento tan acertado y tan doloroso, experimenté con nuevos sabores traidos de la india y dormí largamente, con tu cuerpo dándome sombra en el pasillo sofocado de la vida ).

viernes, 4 de diciembre de 2009

Sigue, no pares

Fue hace apenas unos meses. Empezábamos a vivir juntos y eso significaba verme inmersa en un ritmo que ya no era el mío. Y con ello llegó la falta de sueño y después el inevitable cansancio. Mi obstinación hizo el resto porque yo hacía como que no pasaba nada, todo debía ser perfecto y yo era lo suficientemente fuerte.
Por eso continué levatándome por las mañanas dándole la espalda a mi fatiga, esquivando mi debilidad. Si no los nombraba podrían desaparecer, pensaba.
Hasta el día que no pude más. Mi corazón entonces ya no latía, temblaba y se ahogaba en un océano oscuro y caprichoso; se estremecía aterrado ante los límites de mi anatomía.
Mi víscera esencial me decía, maliciosa y amenazante, que iba a rendirse, que ya no podía seguir. Y para convencerme de sus intenciones iba bajando el paso: 50, 40, 30 pulsaciones..
Detente, le suplicaba.
Durante aquel infierno el enemigo se me coló adentro y yo sólo pudo ser la testigo impotente de sus erráticos movimientos, aguardándole en mitad de una esperanza, de un miedo definitivo.
Y es que mi corazón, músculo pequeño y delicado como una mariposa en mitad de un huracán, es un grito de muerte y de finales injustos, pero sobre todo, es un inmenso grito de vida, una señal luminosa en mitad de la noche que me impulsa a vivir con intensidad, a amar, a crear, a luchar, a arriesgarme , a rebelarme, a compartir, a emocionar, a sentir cada latido como una razón suficiente para seguir buscando el color.

Sigue, no pares.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

No sé qué hay que sentir exactamente cuando, por fin , sabes con certeza que ya, que ahora sí, que la plaza es tuya ; que vas a tener el dinero suficiente para hacer todo lo que quieras todo el resto de tu vida; que ya puedes tachar otro objetivo cumplido de esa lista imaginaria de sueños por realizar y exigencias por satisfacer.
Ha sido un proceso lento y paulatino. Como dice Antonio casi podemos remontarnos a la guardería. Esther con la plastina moldeando un futuro prometedor al que sólo acceden unos pocos privilegiados. Soy consciente de mi suerte y doy gracias al universo entero por ello.
¿Dije suerte? O quizás quise decir esfuerzo y ganas de superarme y sentido de la responsabilidad y necesidad de hacerme valiosa a través de mis logros.
La cuestión es que aquí estoy. Más decidida que nunca a hacer de mi trabajo un espacio de crecimiento personal y de ayuda a los demás.
Aunque en mi contrato ya aparezca la palabra "fijo", yo no pienso dejar de moverme.
Siempre hacia adelante.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Yalom al habla

Un ligero destello en la enorme pantalla que preside el auditorio del hotel Meliá Castilla y allí está, mirando hacia todos los lados, escudriñando el espacio que le separa de la cámara que tiene colgada enfrente.
Desde otro lugar y otro tiempo, porque en California deben de ser las diez de la mañana, aparece ante nosotros Irvin Yalom, una de las cabezas pensantes más influyentes de todos los tiempos en psicoterapia.
Está sentado en lo que imagino será la silla de su despacho universitario. Apenas hay detalles en la escena más allá de una pared verde pálido, una mesa y algunos libros ubicados sobre un pequeño mueble a su espalda.
La toma está cogida por encima de su cabeza.
Se le ve lejano y pequeñito hasta el mismo momento en que abre la boca. Entonces aquel tipo menudo y nervioso de enormes gafas y aspecto desfasado se hace grande como el sol y los rayitos de su sabiduría nos cautivan durante algo más de dos horas.
Ni un parpadeo ni un estornudo. Sólo se oye al hombre en mitad de un silencio reverencial.
- Decidme algo, nos increpa. Quiénes sóis, qué queréis saber.
- Nos da lo mismo. Sigue hablando, no te calles.

Y así lo hace. Y nos cuenta lo de la terapia del aquí y el ahora, que sólo se atrevía con el momento presente porque era en ese instante donde era posible la curación, y lo de la terapia interpersonal que buscaba la génesis y el alivio de todos los conflictos en las relaciones que establecemos con los demás.
Después, dice, integré a los existencialistas en una nueva terapia y al final, terminé escribiendo ficción porque sólo así podía adentrarme hasta el fondo de las cuestiones existenciales....

el miedo a la muerte y nuestra manía de echarla a patadas de nuestra realidad, cuando sólo haciéndola un hueco podremos vivir la vida con la intensidad que se merece ( dímelo a mí , Yalom, y a mi aorta dilatada y a mi fragilidad eterna y a ese reloj con la cuenta atrás a todo volumen que llevo pegado a la piel )

la libertad como un acto de responsabilidad y compromiso con la vida; el sometimiento, la cobardía o lo que es lo mismo, el terror a ser libres, a decidir y equivocarnos, a mancharnos las manos con la mugre del fracaso ( siempre he creído en la responsabilidad de mis actos, sólo así puedo inventarme una libertad que me calme de tanta incertidumbre, que me insufle un poco de valor)

la soledad última y primera, la soledad sin remedio que nos pisa los talones allá donde vayamos y nos enfrenta al desamparo, a ese adiós definitivo, a ese dolor que no podemos compartir ( por eso me gustan tanto las palabras, porque trazan puentes invisibles donde sólo hay abandono )

el significado de la vida, el hecho irremediable de ser buscadores de un sentido lanzados a un universo sin sentido, de estar destinados a realizar la proeza acrobática de olvidarnos de que nos hemos inventados ese sentido; los sucedáneos cuando no hay sentido alguno en forma de falsos remedios con que remendar los rotos de vidas vacías.

La pantalla se apaga y nos levantamos despacito. Sin prisas.
Vivos.
Vivos.
Vivos.

domingo, 22 de noviembre de 2009

No sé si quiero que me quieras o si prefiero regalarte toda la felicidad de la que dispongo. Una cosa es segura, me importa que estés satisfecho. Que me contemples orgulloso y no te quedes en la piel ni en los hechos. Que me respires con los ojos cerrados y me veas allá donde otros no pueden verme: enredada entre tus latidos, dormida en tu sueño, perdida en un sendero de horizontes azules...

Domingo soleado.

Ayer nos pasamos el día viendo capítulos de the prisioner y dormitando. Conseguí a duras penas desprogramarme de obligaciones inútiles y un sinfín de pensamientos incómodos. Tenía una coartada creíble: un constipado que llevaba persiguiéndome toda la semana. Con semejante excusa no tenía otro remedio que pasarme el día entero en el sofá. Ceñida a ti, besándote, tosiendo como una condenada y dejándome llevar por un sopor narcotizante y las imágenes oníricas de esa serie tan extraña.

Hoy nos ha tocado hacer vida social. Y hemos disfrutado de una hermosa luz y hemos estrenado coche. Y aunque me quedo con la ligera sensación de haber malgastado el tiempo y las palabras entre conversaciones gastadas que poco me interesan, al fin y al cabo no siempre hay algo importante que decir ni podemos elegir a quién decírselo. Más bien casi nunca.

El cuerpo me avisa: es hora de dormir.