lunes, 17 de noviembre de 2008

Sigo soñando con peligros que cuando estoy despierta me resultan ridículos y fuera de lugar. Quizás se deba al mecanismo de compensación del que hablaba Jung, que nos hace introducir en nuestros sueños todo lo que nos falta fuera de ellos. Y yo me invento caídas donde sólo hay tierra firme.
Una tierra cada vez más compacta y fértil en la que me siento crecer. Como un árbol larguirucho que le dice al huracán ya no, ya no me vas a joder más. Porque aunque arrases con todo voy a seguir esperándote. Una y otra vez.
Y este tipo de cosas me digo a mí misma para inocularme el remedio contra cualquier desventura. Las más frecuentes las que son invisibles y suenan a un eco de tiempos que no volverán.

Domingo de quedarme dormida mientras te abrazo, de pelis y videos de radiohead, de llegar a la última página del libro que me prestaste la primera vez que te vi, de apretarte fuerte la mano para apretarte así el corazón, de planes para ese viaje que haremos juntos siguiendo el trayecto de otra generación, de sentirme jodidamente plena y feliz porque no es sólo que nos queramos, es que lo estamos haciendo bien.
He dado en la diana y el premio es doble. Amarte y gustarme mientras lo hago.

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