martes, 16 de diciembre de 2008

En un instante insignificante que me pilla por sorpresa la miro y la veo partida. La escucho como si estuviese rota. Pequeña, encogida, con una risilla permanente tras la que ocultarse. Empeñada en resultarnos invisible. Leyendo a todas horas o haciendo que lee, nadie lo sabe con certeza. Yo creo que sí se entera. Aunque mi opinión es la más subjetiva de todas.
Hoy la miré a la cara y quise huir lejos. Me asustó esa vejez prematura, esa descomposición de algo que un día fue compacto.
J. saldrá el viernes de este lugar. No sé hacia donde ni si la volveré a ver. Tal vez me cruce con ella en mitad de la rambla una tarde cualquiera. Yo sumida en mis historias circulares, en mis prisas y ella cansada y ausente. Con casi nada que contarnos.
Quizás me equivoqué en no conocerla más. O quizás así todo sea mejor.

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