jueves, 25 de diciembre de 2008

Llego a casa después de haber pasado un día fuera. Picasso me mira agazapado desde debajo de la silla, enfurruñado, y Lila maulla como una gatita loca aunque los platos están llenos de pienso. Será otra cosa.
Me encuentro con un bonito correo de Noemi. Una felicitación para una larga lista de amigos con una frasecita para cada uno. Precisamente ayer me quejaba de esos mensajes típicos de estos días en los que mediante la misma frase o email felicitas a tu prima la del pueblo y a tu último amante. Ritos masivos faltos de originalidad y auténtica intención. Inercia de todo a cien para un mundo previsible y mediocre.
El mismo del que intento huir, esforzándome con todas las armas que mi limitada naturaleza me permite. Al fin y al cabo sólo soy una más del montón ( que no pertenece al montón), qué cojones. Liada hasta la médula porque nada me resulta fácil de entender, porque el exterior del que participo me atrae y me repele como un imán de polos caprichosos.

( mirar por la ventana al despertar y ver el Teide nevado, el aire frío en la cara, la siesta con los vaqueros y las lentillas sin quitar, la emoción de Sonia y Guille cuando les damos la tarjeta de cartulina morada, el gatito que zampa todo lo que le eches y nos mira tras el cristal maullando como un desesperado, tus manos tocándome el pelo, el calor de tus brazos, ese calor...)

1 comentario:

ñ dijo...

Pues, aunque parezca mentira, me han plagiado el formato de la felicitación navideña y me lo han reenviado con otros nombres e incluyendo el mío!!! Qué fuerte, jejeje...