domingo, 21 de diciembre de 2008


Hoy nos hemos despertado pronto. Casi a la vez. En realidad yo llevaba ya un rato palpando tu tibieza, disfrutando de tenerte así, tan cerca . Dejando pasar por mi cabeza restos intrusos de los días anteriores. La peli de anoche. Una historia desoladora con final feliz. Cataclismos de ciencia ficción en medio del polvo y la barbarie. Un mundo sin niños de inmigrantes enjaulados. Donde cualquier bandera está sucia. Donde sólo quedan los gestos aislados de seres ánonimos.
Nos ha costado salir de la piltra. Para desayunar juntos y empezar la mañana. Dame diez minutos que ya salimos.
En tu coche nuevo de cielos abiertos nos dirigimos primero a la residencia. Sólo voy a dejar un informe pero aún así prefiro entrar. Y allí está M. Seguramente que esperándome. Vestida de domingo, elegante y contenida. Algo fuera de lugar entre todos aquellos ancianos desparramados en sus sillones. La cojo del brazo y la digo que todo saldrá bien. Su familia ya le ha robado más de la mitad de sus ahorros . Pero la incapacitación se va a parar . Y esos hijos de puta ya no podrán desangrarla más.
Después pasamos por la perrera. Es difícil de encontrar. Está en uno de esos lugares imposibles que jurarías que ni existen. Al final llegamos y paseamos por todas las jaulas. Me gustan todos los perritos. Me enternecen. Y me fijo en una negra que no ladra. Se sienta y mueve el rabito mientras me mira. Supongo que es su forma de camelarme, de pedirme que no pase de largo. Pero antes de nada hay que hablar del tema. Porque un regalo así no puede darse sin más, por puro capricho.
El resto del día lo pasamos de mudanza. Un cordon blue al solecito en la playa de Abades, los Pinker Tones a toda pastilla y un beso de despedida.
Y otro. Y otro más.

1 comentario:

ñ dijo...

Con esa mirada, cualquiera no se la lleva a casa... Me dan una penita...