jueves, 18 de junio de 2009

Los párpados me pesan como bloques de hormigón.
Una canción de Tori Amos y la noche entera para reconciliarme con todos los demonios que me rondan, para deshilachar la madeja sucia de emociones dolientes que me han asaltado estos días, para dormir por fin con el dispositivo de alerta apagado, para perderme en un camino de niebla y gotas de agua con los ojos cerrados.
Mi corazón ha rozado el límite del martirio que, suponía, mi cabeza podría soportar. Y de nuevo, puedo contarlo, escapando aprisa otra vez de la boca del lobo.
Al fin y al cabo sólo son unos miles de latidos desacompasados por día, con sus sacudidas y sus aterradoras paradas posteriores. Y si puedo descartar un fallo eléctrico del sistema puedo seguir haciendo planes de futuros nítidos y tranquilizadores, imaginándome nuevas posibilidades, dibujando una línea contínua en las hojas de mi calendario.
Y eso es cojonudo aunque en lo más profundo del pozo que soy duerman otros miedos más indefinibles. Igual que una sensación única que sólo has vivido tú y que jamás podrías poner en palabras ni compartir con nadie. Igual que esas imágenes oníricas o psicodélicas que sólo entienden los locos o los colgados. Como un cuento de Murakami sin final ni principio.
Así es el lado oculto de mi corazón hecho ahora luna creciente.

( son millones las gracias que daría a las personas que están a mi lado y que a su manera , que es la mejor de las maneras, siguen a mi lado todo el rato. Además hoy tengo la fibra sensible disparada y destrozaría todas las distancias y apagaría de un manguerazo toda mi rabia encendida, todos los sinsabores que tuercen las palabras. )

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