martes, 19 de abril de 2011

J. me ha contado un secreto. Necesitaba vomitarlo y me ha elegido a mí. Me ha hecho prometerle que todo quedaría entre nosotros. Voy a ser la única persona que sepa por qué J. está destrozado. Porque si te pasan ese tipo de cosas, te rompes para siempre. No hay salida en el infierno. No vas a escapar nunca de tanta negrura, lo sé. Y seguirás, lo quieras o no, la senda violenta hasta volarte los sesos o destrozar al primer imbécil que se te cruce en el camino. O lo que es peor: seguirás vivo aguardando el momento del amor que jamás llegará.
( me suplicas en silencio que te quiera, derrotado y desdentado, hinchado y con un hilo de voz rota, pero ya sabes la respuesta a tus deseos torcidos, sabes que el final fue parte del principio)

El aire en el psiquiátrico empieza a hacerse irrespirable. Estoy jugando a muchos bandos sin cambiarme de disfraz. No puedo reprimir la náusea que me produce tanto fascismo. Y si la náusea explota, me tendré que marchar o le tendré que escupir en la cara a demasiada gente.

( por la tarde duermo como un lirón, me felicito por mi tenacidad y los pequeños progresos en el gimnasio y me dejo querer entre protestas y quejas tontas y todos los momentos del amor que J. hubiese querido presentir. Y que yo he dejado de esperar para abrazarlos, sin más )

No hay comentarios: