miércoles, 13 de agosto de 2008

Lunes noche..Dani ya está en el Sur de Italia. Más allá de Taranto. Metido en una tienda de campaña, durmiendo plácidamente. ¿Te acuerdas de mí?.
Yo preparo la cena y pongo otro capítulo de perdidos. Ya casi me he ventilado la primera temporada. No siento la adicción ni la veneración de Pancho pero me entretengo. De vez en cuando, incluso, el guión me sorprende con alguna joyita de las que te hacen pensar. Otras disfruto de sus imágenes, de una fotografía impecable y sugerente.
Me voy muy pronto a la cama. Hoy sin Picasso y sin Lila. Agotada y feliz.

Martes..Nunca pensé que me fuese a preocupar por estar quedándome sin culo. Pero es que los pantalones me cuelgan y el cinturón ya no es más que un elemento decorativo que necesita que lo sigan agujereando. Supongo que estoy tan contaminada como el resto por esa vergonzosa sensación de satisfacción personal cuando la báscula me dice que sigo bajando. De la talla 48 a la 40 hay la misma distancia que hay entre cualquier trayecto que implique un avance. La diferencia en el caso que nos ocupa es que este avance es una mera ficción. Un espejismo fruto de la presión mediática y la idiotez colectiva.
Vamos, que si me siento más guapa ( o menos fea, según se mire) no es porque el peso marque ya el 67. La auténtica razón está en otro lado. No nos engañemos.

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