martes, 28 de octubre de 2008

El tiempo es un envase con fecha de caducidad donde nunca cabe todo. Siempre me lleva ventaja el muy cabrón y por más que imagino millones de formas de darle caza siempre se me escapa.
El día menos pensado voy a pillarlo por sorpresa y me voy a adueñar de cada uno de esos átomos diminutos e invisibles que le dan forma. Segundos y minutos con cara de no haber roto nunca un plato. A mí no me la dais. Ese día voy a ser la reina absoluta de todas las galaxias temporales de este universo que es mi existencia. Y como no soy muy mala persona( no de las peores) terminaré perdonándole todos los desaires y cogiéndole de la mano.
- ¿Colegas, entonces?
El tiempo perplejo bajará la mirada ante mi enorme condescendencia y resoplará de alivio.
- Vale, colegas.
Entonces todo se habrá terminado. Las prisas. Los reproches de todo lo que me falta por hacer. El vértigo. El tiempo perdido. El desaprovechado. El que está por venir.
Entonces ya no pensaré en él porque de tanto tenerle pegado a los talones acabaré por olvidarlo.
Y seré algo más libre y no me cagaré en todo por no convertir a ese traidor en una aventura permanente llena de actos tan heroicos y útiles como hacer los deberes que te pone la vida o labrarme un futuro digno de una chica como yo o instruirme un montón.

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