martes, 14 de octubre de 2008

La noche me ha pillado por sorpresa. Los ruidos que vienen de la calle, ecos de una voz que me resulta familiar y que desconozco, el calor de este verano que no se termina, el aire que templa la habitación, la oscuridad adueñándose de las formas y del espacio invisible que es zona de nadie y zona de todos.
La noche me ha hecho recordar algo que nunca sucedió. Estábamos metidos en el coche, un renault blanco viejísimo y fuera nevaba. Esperábamos a mamá mientras merendábamos un bocata de mermelada y mantequilla. La gente de la calle era la copia exacta de un dibujo que había visto un millón de veces. Bufandas y gorros de todos los colores, trajín de niños que se lanzaban bolas de nieve. Y nosotros dentro, calentitos, esperando la hora de volver a casa.

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