jueves, 30 de octubre de 2008

-Lo peor que puedes hacer en la vida es tomarte nada en serio. El pensamiento es sólo para infelices y desesperados. Lobotomízate o haz lo que sea, pero no creas que dándole vueltas al tarro vas a llegar a ninguna parte. Como mucho terminarás mareada y algo más asqueada que al principio. Porque aunque creas que has conseguido perdonarte es mentira. Tampoco has cambiado nada. Las cosas siguen ahí fuera exactamente en el mismo lugar que tú no quieres que estén. Jódete y no te enredes. Cobarde de mierda..
Mario era un tipo con luz propia. Luz gris y sobrevalorada, pero de una originalidad incuestionable. Delgado, llevaba encima su desgarbo como una seña de identidad y exquisitez. Nunca miraba a nadie directamente a los ojos y sus huesudas manos solían retorcerse al compás de sus palabras, marcando el ritmo de unos dirscursos impíos en los que las buenas formas quedaban fuera de juego.
Cuando Marta lo vio aparecer en la biblioteca bajó la mirada y rezó a todo el santoral para que no la viese. Pero la inevitabilidad, el destino o la jodida casualidad no le dejaron comunicarse con santo alguno.
Después de varios tiras y aflojas Marta cedió con una sonrisa forzada y la mala uva tensándole todos los músculos. Un café , sólo será un café y después todo habrá terminado.
En realidad hubo un tiempo en que Marta soportaba a Mario. Era otra época, sí. Entonces compartían habitación y fluidos. Se intercambiaban libros y juntos hacían trizas todo lo establecido. Se tenían por una raza superior y al resto por un rebaño nauseabundo. Mordaces y cínicos se pasaban las horas vertiendo líquidos corrosivos en forma de palabras por el mundo entero.
Y hoy, sólo había una diana, una víctima indefensa ante aquella metralla de palabras que ya habían perdido la fuerza desgarradora de los últimos tiempos.
- Mario, no sé a que viene todo esto pero te equivocas. No tienes puta idea de nada.

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