lunes, 27 de abril de 2009

Cero autocompasión y cero dramas. L. y A. se han enterado en su salida de fin de semana de que sus respectivos perros han muerto.
Nadie se lo había contado. En el caso de L. ha sido por delicadeza y en el de A. porque A. no tiene a nadie que le cuente ese tipo de cosas. En realidad A. sólo tiene unos padres extraviados en mitad de un Alzheimer inclemente y una hermana que no le perdona el pasado.
Qué le vamos a hacer. Yo creo que murió de pena, me dice L.
A. se encoge de hombros y pone esa carita de resignación que pone ante casi todo lo que le pasa últimamente en su vida.
Los dos me resultan encantadores y fuertes.
Merecedores de algo mejor.

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