domingo, 26 de abril de 2009

Estamos sentados alrededor de una enorme mesa. Comemos cosas deliciosas y hablamos sin prisas. Le digo a Gonzalo, casi por casualidad, que tengo la sensación de llevar la vida que quiero llevar. Y él me responde, así, sin más, que en eso consiste la felicidad.
Aunque la conversación sigue su curso y se pierde en otras direcciones, sus palabras siguen sonando en mí como un eco revelador de alguna verdad escondida.
No cambiaría nada de lo que tengo. Supongo que en eso también consiste la felicidad.

Anoche caí redonda antes de las once. Soñé con un perro muy grande al que me acercaba y acariciaba, valiente.
Durante el día de hoy he hecho cosas del tipo jugar a un bonito juego que consiste en ir tocando flores en un inmenso campo verde, emocionarme mientras leía Seda, ver dos películas que contaban historias de personas que tenían sus vidas partidas y que buscaban alguna salida, retocar fotos para después revelarlas y compartirlas y dejarme acariciar por el sol y por las manos del chico que amo.
A veces siento el cielo tan cerca que quisiera parar el tiempo y estar, sólo estar.

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