lunes, 25 de mayo de 2009

G. es una mujer de edad incierta, desdentada y maltrecha. Desconfía igual que respira, es tacaña y se pasa la vida quejándose porque el mundo le es hostil e injusto.
G.,poco a poco, se ha convertido en alguien entrañable para mí con su balanceo incontrolable cada vez que habla ante los demás, su amargura de niña vieja y su manía de sentirse el centro de las burlas y el desamor.

Pues bien, a G. ayer por fin le dieron el alta del hospital. Serían casi las diez de la mañana y en medio de la enorme sala donde nos reunimos cada día, ante el asombro de todos los que allí estábamos, nos besó uno a uno, cogiéndonos la carita con sus manos arrugadas, nerviosa ante semejante exceso de calor humano.
Unas treinta personas entre pacientes, estudiantes y auxiliares. Casi todos felices de decirla adiós de esta manera.
- una última cosa.. quiero que sepáis que me voy con la sensación de que me queréis, nos dice plantada allí en medio, con el cuerpo torcido y el alma pletórica, olvidada por unos segundos de su tragedia particular.
Es por esto que me gusta mi curro.

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