jueves, 30 de julio de 2009

La burbuja

Aquella mañana se despertó antes de lo que había previsto. Tal vez serían los años que empezaban a pasarle factura resquebrajando lo que antes había sido un sueño íntegro y tranquilizador. Tal vez era esa inquietud que se le había instalado hace tiempo en algún punto inexacto de toda su anatomía. La cuestión es que antes ni siquiera pensaba en las horas que había dormido. Antes dormía y punto. Y ahora.. casi todo estaba patas arriba.
Era sábado y por fin hoy libraba. Por fin un día de aparente calma y de parcial libertad para hacer lo que le viniese en gana, se decía. Le gustaba ser precisa aunque estuviera pensando y no se iba a engañar así como así. Por eso lo matizaba todo y lo relativizaba y así una no puede estar nunca contenta, le susurraba una vocecita en su cabeza, la misma que se empeñaba en darle un manotazo al reloj para existir en una esfera donde el pasado y el futuro no fuesen más que palabras olvidadas.
La semana había sido dura de cojones, salpicada de pequeños y molestos contratiempos y a rebosar de prisas y ganas de evaporarse en aquella ciudad que ardía estos días de calor. Y hoy, que por fin había escapado temporalmente de la vorágine y las obligaciones, se enfrentaba a su ansiado entusiasmo con escepticismo y una interrogación que le venía a decir: y ahora, qué.
Era como si una imprecisa e incómoda sensación la cercara por todos lados, como si una burbuja invisible cargada de malos augurios flotase sobre su cabeza amenazándola con explotar en el momento más inesperado.

Poco a poco la habitación se iba llenando de láminas de luz que atravesaban el estor y unas gotitas de sudor en su frente la alertaban de que la temperatura ya empezaba a dispararse. Llevaría cerca de una hora enredada en una cadena inútil de pensamientos inconexos cuando, sin pensarlo, pegó un salto de la cama y se vio atravesando el pasillo arrastrando los pies descalzos mecánicamente hacia el cuarto de baño. Al entrar, se paró unos segundos frente al espejo que le devolvía una mirada juguetona y lánguida. Cogió de la percha que había detrás de la puerta su camiseta blanca de estar por casa, la misma que solía ponerse después de hacer el amor con Enrik, la del día del concierto bajo la lluvia, la que llevaba acompañándola tanto tiempo..
Después del desayuno haría un par de llamadas y uhmm, saldría a dar un paseo por el retiro, decidido. El calor no sólo no era un impedimento, en días como hoy era casi un aliado que vaciaba Madrid de ruido innecesario, de miradas entrometidas y de cuerpos a los que ir esquivando por las calles.
Esos eran sus planes cuando escuchó algo que parecían unos golpes en la puerta . Contrariada y preguntándose por qué coño no tocaría el timbre quienquiera que fuese, dio varias zancadas resuelta a echar un vistazo por la mirilla y seguir desayunando.
Los golpes ya habían cesado cuando llegó a la puerta. Se inclinó para ajustar su mirada a aquel pequeño agujerito de un solo sentido. El chico que había al otro lado no le sonaba de nada. Sería algún pesado intentando venderla algo; ni se molestaría en preguntarle quién era.
Fue justo cuando se estaba dando media vuelta cuando escuchó su nombre. Hostiás, se dijo sobresaltada. ¿ Quién es ?, preguntó. Silencio y pedazos de desconcierto flotando en el aire.
Si me abres la puerta puedo explicártelo, le dijo aquel desconocido. Y sin saber qué mecanismo de su cabecita responsable y prudente se le activó, abrió en seco sin darse opción a sí misma a calibrar las consecuencias o los posibles peligros de lo que estaba haciendo.
Hola, le dijo el chico, y después: sólo quería decirte que estoy enamorado de ti.
En ese mismo instante la burbuja que la perseguía a todos los lados explotó por fin y ella, allí plantada de pie, descalza, con su camiseta blanca de los recuerdos que es mejor olvidar, con restos aún de café en los labios, supo de inmediato que aquella voz templada era la voz que llevaba tanto tiempo esperando..

1 comentario:

ñ dijo...

Ojalá se supieran esas cosas, así, sin más, como una revelación de almas en celo.

Ojalá las declaraciones de amor llamaran a la puerta con los nudillos y no nos cagáramos de miedo cuando alguien nos dice "te quiero".

Ojalá no tuviéramos todos tanta prisa por salir corriendo después de un polvo sin compromiso, porque yo no busco nada, y tú tampoco, ¿verdad?; eres una mujer increíble, aunque... Me gustas, pero no tanto...

Y, sin embargo...

Toc-toc