lunes, 17 de agosto de 2009

Es Agosto y hace un calor sofocante. Son más o menos las cuatro de la tarde. Los planes de hoy han sufrido un leve y fatídico cambio. Hemos de hacer una parada en el camino, un paréntesis oscuro y siniestro en mitad del día.
Primera puerta a la derecha, nos dice alguien a quien apenas prestamos atención. Esperamos unos minutos sin decir nada. La sala es blanca y aséptica, de la calidez del metal y los cristales rotos.
Abrir y cerrar de puertas y ahí está, de pie sobre sus cuatro patitas, feliz de vernos otra vez. La última vez. La más dolorosa.
Me lanzo al suelo instintivamente y le abrazo con fuerza mientras se me escapan las lágrimas que probablemente él no consiga entender.
Tor sigue en pie, preparado para salir de aquel jodido infierno, inquieto y suplicándome que le quiera pero sobre todo que nos larguemos de una puta vez de allí.
Me mira con dificultad porque ya no puede levantar la cabeza como hacía antes. Sus ojos se me clavan por todos lados, su aliento y su carne me duelen. Está meado y acabado, no hay marcha atrás, lo sé y no quiero entenderlo.
Quizás..
Infección en la sangre, un cuerpo que se consume sin una conciencia capaz de calibrar el final.
Vámonos, me repite testarudo, moviendo la colita, estrujándose contra mi cuerpo herido, poniéndome perdida de matas de pelo negro, recordándome que está en mis manos, miembros hoy amputados por orden médica y por la fatalidad y el orden natural de las cosas.
Y en silencio le digo todo lo que le quiero. Y no dejo de darle las gracias por haberme regalado su presencia durante tanto tiempo.Momentos dulces tejidos entre todas mis células que hoy se rompen en cienmil pedazos. Horas felices con fecha de caducidad. Es el fin.
Quizás..
La última imagen que da vueltas en mi cabeza hasta marearme es la de mi perro volviendo al lugar donde le inyectarán una dosis letal de anestésico.En diez segundos se irá a la mierda toda una vida. Ante mis propias narices y mi impotencia. Ante mi corazón agradecido y un amor que hoy se dilata presionándome las sienes.
Te quiero torete.

( en el recuerdo todas las horas en el parque del barrio, los inviernos y el barro, las noches de verano y las risas, Sonia y el Rober y Duncan, el día que mordiste a David y supe que te prefería a ti, aquella tarde que me ahogaba en pleno desamor y tú me dabas golpecitos para que no me hundiera, para decirme que estabas allí..)

1 comentario:

Anónimo dijo...

ufff... qué pena... y qué jodidamente bien escrito!!!
ñ