Sonrío por dentro mientras me voy tropezando por el camino con gestos, palabras, detalles, que hacen de mi pequeño mundo un lugar más apacible donde habitar sin miedo.
Y cuando miro alrededor me cruzo con otras miradas que iluminan mis pasos y mis ojos resplandecen y mi corazón salta y se empeña en no pararse jamás. Resiste, le digo.
Es Sonia y su compañía incondicional, tan necesaria.
Dani y esa sensación de calma que me produce, como si de fondo sonase siempre mi canción preferida, ya lo sabes.
Jaime que por fin empieza a salir del agujero y a escapar del terror que le había roto en mil pedazos.
César siempre en otro lugar y siempre a mi lado.
Laura y Ruth que me dicen, sin reparo, lo agradable que es tenerme cerca, agradecidas y llenas de una vitalidad recubierta de inocencia transparente.
Nancy y Justo sacándome el lado más payaso y divertido, guardándome un hueco siempre en sus vidas.
María y nuestras largas charlas al lado de un batido de fresa y la tarde haciéndose noche.
Tania con esa vida revuelta y ese nudo en el estómago que se disuelve al rozarnos.
Y todos los que sacan de mí lo mejor, los que me admiran y me valoran tanto, y también los que me ponen de frente con mis demonios, sólo así podré domesticarlos, me repito hasta casi creerlo.
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