lunes, 26 de octubre de 2009

Creo que hoy he estado lo más cerca que nunca estaré de escuchar una voz en mi cabeza. De hecho, durante una fracción infinitesimal de tiempo he creído realmente que las vocecillas que escuchaba provenían de mi interior. Ha sido como si alguien accionara el on de una radio dentro de mi cerebro. Y hostiás, vaya si acojona.
En realidad aún no me he vuelto loca, si nos ceñimos a los manuales de psiquiatría al uso; lo que ha ocurrido es que un tipo muy curioso y otorrino, supongo, me ha hecho unos moldes de los canales auditivos y, tras meterme los susodichos, primero, me he quedado completamente sorda para, después de sacarme el primero de los moldes, empezar a escuchar un rumor que no podía localizar proveniente del exterior.
Sé que es idiota pensar que sólo por introducirte una masilla azulona en la oreja puede desencadenarse en tus circuitos neuronales tal hecatombe. Es irracional y además imposible, soy consciente al menos ahora, recapacitando el asunto ya en frío.
Por suerte el ataque de desconcierto ha pasado veloz y después de desprenderme del segundo molde orejil he descubierto que sólo había padecido un episodio de audición monoauricular.
Su puta madre, qué susto.

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