viernes, 30 de octubre de 2009

Sombras

La habitación está completamente vacía, esperándome desde hace demasiado tiempo. Adentro el silencio es sobrecogedor, afuera los sonidos chocan sin parar hasta casi partir en pedazos mis oídos.
Me alzo de puntillas y husmeo el interior desde una minúscula ventana, tembloroso y cegado por una luz blanca y metálica, la misma que pintaba tus paredes cuando todavía tenías un lugar donde cobijarte.
Mi mano busca, aprisa y desatinada, la cerradura que me deje entrar.
Necesito escapar del lugar donde estoy, pienso, mientras miro hacia atrás. Alguien me persigue. Juraría que son varios y que vienen a por mí.
Además, la noche se me está echando encima y allí adentro, no sé cómo puedo estar tan seguro, no hay espacio para las sombras.

( Te conté este sueño el mismo día que te marchabas. Me dijiste que ya no mirarías atrás, que mi sombra había engullido a la tuya y ya era hora de ser libre. Respirabas aliviada porque sabías que en algún lugar te aguardaban aquella habitación, aquellas paredes. Lejos de mí y de toda mi negrura.
Supongo que tenías la fatídica certeza de que mis persecutores habitarían mi alma para siempre, que decidiste huir con el consuelo o la esperanza de no haberte intoxicado tú también).

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