jueves, 5 de noviembre de 2009

Abajo el telón

Abrí los ojos lentamente. Los párpados me pesaban como losas de acero y tenía todos los músculos del cuerpo entumecidos. Durante varios minutos ni siquiera fui capaz de moverme. Me sentía atrapado en un sueño plomizo y denso, invadido por una especie de euforia desesperada que me era ajena y extraña.
La cabeza estaba a punto de estallarme y mi identidad se tambaleaba al borde de un precipicio, directa a un abismo de nada aniquiladora.
Dios, podía percibir mi cuerpo con una nitidez tan inusual y al mismo tiempo no podía estar seguro de quién era, de qué coño hacía en aquel lugar, apenas atravesado por unas láminas de luz parpadeante que se colaban entre los huecos de un estor negruzco que no había visto en mi vida.
¿ Qué hora sería ?

Poco a poco las imágenes fueron tomando forma en mi cabeza, ensuciándome el recuerdo, desgarrándome por dentro.
Todo empezaba a encajar. Los gritos de Alicia ahogados en su pequeña garganta cansada. Los reproches y las lágrimas estallando contra todo mi hastío y mis ilusiones ya desgastadas. El portazo mientras huía sin mirar atrás del hogar que un día fue. La autopista vacía y la noche helada. Aquel tugurio, el primero que se me puso a tiro, y aquella mujer de sonrisa triste, la única disponible para un miserable como yo.
Alcohol, náuseas, risas vacías, palabras arrastradas y las luces desenfocadas de un mundo subterráneo al que me asía como única tabla de salvación.

Cuanto más sentido encontraba a todo lo que había ocurrido, más desesperado me sentía. Mi mente buscaba una salida al despropósito, una solución limpia y contundente que evitase el derrumbe final, un antídoto contra la culpa y la traición, contra el odio acumulado durante varios siglos de acatamiento forzoso de una condena a sumisión perpetua: sagrado matrimonio.
Podría decirle a Alicia que había pasado la noche en casa de mi hermano. No era la primera vez que lo hacía. Además, yo no era el tipo de persona que se daba a la fuga para follarse a una desconocida y beber hasta la inconsciencia; creo que no me habría creído si le hubiera contado la verdad.

O quizás.... ya era hora de dar por finalizada la función.

No hay comentarios: