viernes, 13 de noviembre de 2009

Los sonidos del verano

Allí estaba tumbada, desnuda y en silencio, dejándose llevar por aquel rumor de fondo que se colaba por la ventana entreabierta de la habitación, marea sinuosa de sonidos perfectos que la acunaban por dentro y la sumían en el más bello presente, que la despojaban de todos los interrogantes y la anclaban en el instante que pasaba, llevándola suavemente de la mano; no temas, le susurraban los ruidos lejanos, haciéndola cosquillas en las orejas.

Eran las risas sin dueño, las voces anónimas, las idas y venidos de desconocidos que trazaban sus pasos invisibles en las aceras del barrio, los gritos de los niños que corrían por las calles dormidas, el chirriar incesante de los grillos en la hierba mojada, el zumbido del camión de la basura que, como cada noche, hacía su parada frente a casa..

Era el verano entero que entonaba una canción propia de asfalto y estrellas.
La misma melodía que la persiguió durante aquellos días de vacaciones y relojes olvidados y libros al anochecer y lealtades atiborradas de risas y anhelos.
La misma que aún, algunas noches templadas, vuelve a sonar en su corazón.

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