lunes, 14 de diciembre de 2009

Estoy en mi despacho con J., M., C., G. y dos estudiantes de enfermería.
Una de ellas no deja de bostezar y de mirar el reloj. Tiene los ojos de un azul transparente y una coleta que le hace juego con su cara aniñada. La otra parece más interesada. No bosteza ni una sola vez y responde a mis preguntas concentrada, como si realmente le importasen.
Los demás están algo adormilados porque acaban de comer y de tomarse la medicación. Aún así no despegan la mirada de la pantalla del ordenador mientras, poco a poco, se van contagiando de un entusiamo contenido que no consigo disimular del todo.

Hoy M. está triste. Ya ha empezado a llorar por las noches y me ha confesado que no aguanta más, que se quiere ir. Desde que ingresó habrá engordado unos mil kilos y los neurolépticos la tienen abotargada, sumida en un sueño torpe y gordinflón.
Lo peor de todo es la forma en que habla a su doctora. Como si fuera un perrito, ya lo sé Esther, pero es el papel que ella me ha dado y además, es el único modo que tengo de conseguir dos horas de permiso semanales.
Tiene razón. Somos los demás los que les concedemos o no cierta dignidad. Y hay profesionales que necesitan sentir como el paciente se arrastra y se humilla. Que disfrutan de ese aleatorio poder y hacen un uso vil del mismo. Terapia del desprecio y la prepotencia. En fin.

La hora se pasa rápido. Ya tenemos el diseño del blog del psiquiátrico. Se les va a oir y quizás, se les va a querer. O con esas idioteces sueño.

Después hablo con Paco para que mañana me traiga todo el material del taller de pintura escaneado. Se me ha hecho tarde y termino llegando a casa casi a las cuatro. Me gusta salir tarde del trabajo. Liberarme del piloto automático de las jodidas prisas aunque sólo sea por un momento.

Una siesta inmensa de esas que no se despiertan ni con una bomba. Unas risas en casa de Sonia mientras escogemos papelito para el amigo invisible, una sopita caliente y sweet sixteen para finalizar el día.

En el sofá pienso en la suerte mientras Lila se revuelve sobre mi tripa.

1 comentario:

Bárbara dijo...

No sé exactamente en qué consiste tu trabajo, al que se ve que le pones humanidad y entusiasmo. Lo que sí conozco de cerca (desgraciadamente) son las enfermedades mentales y me parece una idea fabulosa lo de ese blog que ten por seguro visitaré.
Un abrazo y mucha fuerza.