lunes, 28 de diciembre de 2009

No me gusta la navidad.
Puedo respetar esa manía de la gente de poner guirnaldas por todos lados y colocar papás noeles rampantes en sus terrazas destelleantes.
Puedo entender esa euforia fugaz que sacude los corazones pétreos, esa bondad empaquetada con lacitos dorados que ansía repartirse entre cuantos más destinatarios mejor, esos millones de mensajes, todos iguales, que colapsan la red telefónica de señales idénticas y blandengues, los ataques de compra compulsiva , la confusión entre el amor y los objetos, los deseos que se desean por decreto del mercado, los empachos y las resacas, los villancicos desafinados que por cojones tienes que oir..
Puedo sobrevivir a toda esta mierda.
Pero que nadie me pida que me guste.

( La vida es extraña. Cuando menos te lo esperas, de pronto algo tiembla de forma tenue y en unos segundos todo se viene abajo. Y te culpas y te reprochas y te sientes sucia de ti misma. Por suerte estoy preparada para la reconstrucción. Empecemos otra vez y todas las veces que seguirán viniendo).

( Mis días son más felices con las risas de Diego y de Clara, el aire frío colándose por la rendija de la ventanilla del coche, directo a mi cara, las algas del mar rozándome la planta de los pies, el off de mis pensamientos atropellados y circulares, la respiración de Dani aquí a mi lado, mientras duerme, el enorme, infinito amor que Sonia me da..)

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